La diáspora venezolana ha tenido que afrontar una Navidad muy distinta a la que están acostumbrados. Lejos del sonido de las gaitas (música tradicional navideña), el abrazo de sus familiares y de su tierra natal, los refugiados que huyen de la dictadura de Nicolás Maduro tuvieron que hace de tripas corazón y disfrutar de la Nochebuena fuera de sus hogares, pero con la compañía de decenas de migrantes que también están buscando en Madrid una oportunidad para volver a comenzar.
Entre vasos y platos de plástico, los refugiados compartieron sus sabores más tradicionales: hummus, guacamole, encurtidos, embutidos o empanadillas chilenas. Toda una oferta gastronómica internacional que se disfrutó sobre mesas con la tradicional decoración navideña y presididas por un árbol de Navidad con decenas de regalos a los pies. Al parecer, Papa Noel está al día con la situación política que afecta al mundo y hasta adelantó su agenda para complacer a los niños migrantes.
El festejo lo organizó la misma red de vecinos que desde hace meses se coordina para asistir a los solicitantes de asilo que acuden a las puertas de Samur Social de Madrid, muchos de ellos venezolanos, aunque esta vez se trasladaron a un local cedido, donde invitaron a un centenar de niños y adultos que no pueden pasar las fiestas en sus países de origen.
Es el caso de Yusnelly, venezolana que ingresó en Cruz Roja el 25 de noviembre. Desde entonces su familia y ella están viviendo en uno de los centros de acogida que hay en la provincia de Madrid, del que partieron hoy para vivir esta cita que es “un gozo”. “Ya que estamos lejos de la familia, pues hacemos familia acá (…). No es fácil es fácil estar lejos de casa y por las necesidades, esto es lo que nos ha tocado vivir”, dice a Efe mientras se culminan los preparativos de este “día de compartir” que agradece a los vecinos.
Una de esas vecinas es Carol, que llega con sombreros de Papá Noel y explica que con esta comida se pretende que los solicitantes de asilo “tengan el derecho a celebrar un día tan especial como es la Navidad”.
“Estas personas tendrían que estar protegidas tanto por el gobierno local como estatal y están totalmente desprotegidas. Lo único que estamos haciendo es unirnos (…) para darles soporte en todo lo que podemos”, apostilla la voluntaria.
Por la sala del local sonó la música y las cámaras de televisión captaron las entrañables imágenes de los protagonistas del día, como José, solicitante de asilo también llegado a Madrid desde Venezuela.
El lunes hizo un mes que llegó a España con sus dos hijos, su esposa, su hermana mayor, su cuñado y su sobrino, y ya son 24 los días desde que fueron acogidos por Cruz Roja, aunque antes de eso ya vivieron en primera mano la solidaridad de los vecinos. “Creo que no tenemos cómo agradecer (a los vecinos) porque desde que llegamos aquí nos atendieron demasiado bien”, explica a Efe.
Pide en estas fechas “salud y muchas bendiciones para todos los españoles”, a quienes agradece los regalos que podrán abrir sus dos retoños. “Aquí, gracias a los vecinos, aún mantienen la idea de Papá Noel. Todo lo que le han dado, aunque sea lo más mínimo, lo aceptan y lo disfrutan”.
El Samur está saturado
La Dirección General de Atención Primaria, Intervención Comunitaria y Emergencia Social emitió un comunicado donde afirma que la red de atención de emergencias y para solicitantes de asilo de Madrid está totalmente saturada por la llegada de refugiados y solicitantes, con los recursos al 100% desde el mes de junio. Una de las principales causas es el acelerado incremento de la diáspora venezolana en la capital española: «Por cuarto año consecutivo, Venezuela es el país de origen de un mayor número de solicitantes de protección internacional en España, con 25.752, Le siguen Colombia con 16.556, Honduras con 4.226, Nicaragua con 4.004 y El Salvador con 3.199″.
