Jack “El destripador” en el siglo XXI

(Enríque Patriau).- No, no es una nueva versión fílmica de Jack, el destripador. Esta historia es auténtica: un asesino en serie anda suelto en Inglaterra matando prostitutas callejeras y, como su homólogo de hace un siglo, lo hace con una crueldad inusitada. No es una película: es la realidad.

El caso de las prostitutas de Ipswich, Inglaterra, parece sacado de una novela negra policial, aunque todavía sin esperanza de solución. Todo empezó el dos de diciembre, cuando el cuerpo de Gemma Adams fue encontrado, sin vida, en una zona boscosa. Siguieron cuatro más. En total, cinco asesinatos que recuerdan a Jack el destripador, tétrico personaje que en el Londres del siglo XIX demostró su sangrienta debilidad por las mujeres que se ganan la vida en la calle y que se fue a la tumba con su mayor secreto: su nombre.

La policía británica confirmó las identidades de los cuerpos de Adams y de sus compañeras Tania Nicol y Anneli Alderton. Quedaba por saber si es que los dos restantes, hallados esta semana, pertenecían a Annette Nicholls y Paula Clennell, desaparecidas desde hace varios días. Todo indica que sí.

Las similitudes entre una muerte y otra resultan asombrosas, a decir de los agentes encargados de la investigación. No solamente porque las víctimas trabajaran como meretrices, sino porque los cinco cuerpos fueron abandonados, desnudos, en zonas rurales. Por esa razón se sospecha que el culpable sea uno solo, un serial killer, el más peligroso que hayan enfrentado las autoridades británicas en el último cuarto de siglo.

Drogas y muerte

El señor Adams, entrevistado por la BBC, no puede creer lo que le ha ocurrido a su hija, Gemma. Ella –afirma– era una chica feliz hasta que, a los 17 años, cayó en las drogas. Entonces, desapareció de su hogar por años y perdió su empleo en una agencia de seguros. La desesperación por conseguir el dinero para financiar su adicción la condujo a la prostitución callejera.

Similar es la historia de Alderton, adicta al crack desde los 13, «una chica encantadora con un gran corazón» a decir de una colega suya, triste por su partida. Como todo negocio, el meretricio tiene sus riesgos.

Pero, a pesar de las advertencias de la policía para que las prostitutas se mantengan alejadas de las calles de Ipswich hasta que la situación se aclare, muchas continúan pescando clientes porque necesitan desesperadamente el dinero para comprar, desde drogas hasta regalos de Navidad.

A estas alturas el caso dejó de ser de exclusiva importancia local y se sigue con interés desde el gobierno británico. El primer ministro, Tony Blair, al tiempo que hablaba del temor que se ha apoderado de los habitantes de Ipswich, envió las condolencias del Parlamento a los familiares de las víctimas. De paso, se ha previsto enviar los recursos necesarios para dar con el culpable.

La tarea no será nada sencilla. Por el momento no hay muchas pistas. El detective Stewart Gull, cabeza de la investigación policial, admitió en una rueda de prensa que existe la posibilidad de que el asesino haya sido un asiduo cliente de las prostitutas. «No sabemos a quién buscamos. Puede ser una persona de la comunidad, o quizás un forastero. Todo es posible», señala Gull, quien muestra la confusión de un policía que recién ha empezado las indagaciones.

Fuera de control

Al cierre de este número se desconocía la causa de las muertes. Gull informó que Alderton habría sido estrangulada, pero sobre sus colegas aún no se llegaba a una conclusión. No se descartaba, incluso, el envenenamiento.

El gran temor es que esta versión contemporánea de Jack el destripador ataque nuevamente y la cifra de asesinadas se eleve. El psicólogo Ian Stephen, con experiencia en casos de serial killers y que colabora con la policía, señaló que, aparentemente, el asesino «ha perdido el control». Así, sugiere que es muy probable que ataque a más mujeres. Y no necesariamente prostitutas.

«Cualquier mujer en la calle, de noche, podría ser una meretriz ante sus ojos y una víctima potencial», advirtió. Ya muchas habitantes de Ipswich han declarado a los medios que por ningún motivo caminarán solas. No les interesa aparecer en la primera plana de los periódicos. Ciertamente, no es el tipo de fama que uno aspira a conseguir.

Un tipo de apariencia normal

El año pasado, apelando a modernas técnicas policiales, un equipo de Scotland Yard se dedicó a revisar el enigma de Jack el destripador, para lograr un retrato lo más exacto posible.
Según Laura Richards, a cargo del grupo de expertos, este famoso asesino tenía entre 25 y 35 años de edad, bigote negro, cejas espesas, cara angulosa y daba la apariencia de ser «perfectamente cuerdo, sobrecogedoramente normal».

Del nuevo estudio se desprende que gracias a lo común de su figura el asesino logró despistar a los detectives, empeñados en hallar a alguien con un perfil acorde al de un serial killer.
La lista de posibles sospechosos ha incluido desde Lewis Carroll (autor de Alicia en el País de las Maravillas) hasta Sir John Williams, obstetra de la familia real británica.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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