Los últimos bolivianos sin visado

(PD/Agencias).- Llegaron aturdidos, despistados, buscando con la mirada a los suyos entre una multitud ansiosa que se agolpaba a las puertas de una sala, deslumbrados por los focos de las cámaras de televisión, confundidos por las preguntas de los periodistas, agotados por un vuelo de más de doce horas y, sobre todo, con los agridulces sentimientos que se experimentan cuando uno es inmigrante, la tristeza por dejar la tierra natal, la esperanza por mejorar en la vida, y en esta ocasión, también por reencontrarse con los seres queridos.

Así fueron desfilando ayer uno tras otro los últimos bolivianos que llegaban a España sin necesidad de visado, un requisito que ya será imprescindible para ellos a partir de hoy, al igual que lo ha sido antes para sus vecinos peruanos, colombianos y ecuatorianos. Hasta ahora, los bolivianos declaraban en sus documentos de viaje que venían a nuestro país «para hacer turismo».

Lo cierto es que huían de una nación que es la tercera más pobre de América del Sur, en busca de un trabajo, aunque fuera sin papeles.
El último vuelo sin visa procedente de La Paz aterrizó ayer a las seis de la tarde en el aeropuerto de Barajas.

Y los recién llegados recibieron una inesperada bienvenida, entre las lágrimas, besos, abrazos, sonrisas y alegría de los suyos, y rodeados por la expectación de periodistas y curiosos. Una estampa que guardaba a la vez la sombra del drama.

«De los que se han quedado allá y no han podido venir, ni reencontrarse con sus familias y amigos que están aquí en España, porque a partir de ahora tendrán muchos problemas», explicaba Hugo Bustillos, de la Asociación de Cooperación Bolivia España (Acobe), que quiso acompañar a sus compatriotas en horas tan señaladas.

Tampoco ha sido nada fácil para los que consiguieron aterrizar ayer en suelo español.

M.J. Pérez barco cita en ABC el caso de Lourdes, a quien le costó un buen pellizco traerse a su hijo de nueve años, además de muchos quebraderos de cabeza.

Pagó 300 dólares por el pasaporte del pequeño, más 1.800 por el billete de avión, otros 150 por los cuidados de la azafata durante el vuelo y 60 euros más por los trámites en el aeropuerto.

Ahora, con su hijo Yulian, de nueve años, en brazos, todo esfuerzo le parece poco.

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