Herbert Morote – Venganza hecha letra II

(Victor Hugo Sandoval).- Después de entrevistarnos con Herbert Morote, polémico escritor peruano, uno percibe en él la palabra disciplina, Quizá por eso nos es fácil verlo como hombre de negocios. Vive en un bello piso del castizo Madrid de los Austrias, digno de un hombre exquisito y de buen gusto. Herbert es un hombre al que le gustan las cosas bonitas, eso se percibe. Sin embargo propio de un hombre sensible, existen cosas que le provocan náuseas.

Digamos que como la princesa y el guisante, él puede sentir fácilmente eso que le estorba, le hace infeliz y no le deja dormir tranquilo. Y por eso se animó a escribir Réquiem por Perú, mi patria, para poder escapar de los fantasmas que le atormentaban, escogió la escritura como terapia probablemente en lugar de tener que ir al psicoanalista, tenderse en un diván y enfrentarse ante ese señor desconocido que nos pregunta en nuestra primera consulta qué te pasa, por qué has venido y despotricamos contra nuestros padres, profesores y demás culpables que destruyeron una infancia que pudo ser y no fue. Herbert simplemente dijo este país no tiene salvación, eso es lo que me pasa, y no puedo soportarlo y así se dio el génesis de este ensayo que causó tanto escozor.

Herbert Morote, entonces hombre de negocios, llegó a Madrid en 1990 para ser escritor, y se propuso empezar de cero, sin más amigos que otro hombre de negocios y su esposa, Elizabeth, y nosotros sus compatriotas, de quienes escribiría en su Réquiem, nos quedábamos a solas con el dictador en el Perú. ¿Qué más podía hacer Herbert? ¿Hacer una revolución? Eso, por muy buenas razones, sabía que no le convenía y se fue. Tomó clases con Millás, corrigió sus textos con Bryce y el ensayo que le premiaron en España fue uno que escribió sobre Vargas Llosa. Cuando llegamos a este episodio, finales de los noventa, la dictadura fujimorista se agarraba con uñas y dientes; pero terminó tumbándosela la resistencia. Diez años.

En ese tiempo Herbert Morote había cumplido su palabra, ser escritor aun cuando más de uno hubiese dicho que estaba loco o había perdido el sentido común, que entonces lo de ser escritor no había sido una broma ni los sueños tardíos de un hombre que debía haber pensado en hacerse rico fuera del Perú antes de que terminara convirtiéndose como nosotros en un apátrida. Pero Herbert ya había aceptado tal misión y él, a falta de manos, intentó enterrarnos a todos. Gracias, Herbert.

Como a un niño que se para sobre la mesa y dice que no le gusta la sopa, a Herbert Morote pretendimos ignorarlo. Obviamente a un hombre de 50 años y ex hombre de negocios no se le podía de tachar de rojo recalcitrante ni de muchacho inadaptado, entonces el mejor insulto fue pretender no verle y no se le vio.

Pero el libro sí se leyó y a quienes no les gustó, Herbert les pareció un sepulturero, un chiflado tan excéntrico como Manuel González Prada que se encerró en su casa durante la invasión del ejército chileno en el siglo XIX, un loco disciplinado que sin miedo a un toque de queda salía para ir a sus clases de escritura puntualmente. Un loco, que se enteró por los periódicos del último golpe militarista del siglo XX, el de Alberto Fujimori, el 5 de abril de 1992. Daba igual de no haberse producido: el libro “Réquiem por Perú, mi Patria” ya estaba escrito; y debería de estar loco para lanzar un libro antimilitarista en un país militarista y dominado por militares justo en ese momento, Pues sí, todo hacía pensar que estaba loco. Y para deshacerse de él, la prensa debía tratarlo como a tal.

Día a día, frente a la máquina de escribir, Herbert Morote debería pasarlo muy mal, como cuando se enteró del asesinato de Marielena Moyano, premio Príncipe de Asturias que fue volada en pedazos con dinamita por no exiliarse en España como más de uno le aconsejaba. Así el Perú premiaba a sus personalidades, obligándoles a irse y a quienes no querían, pues se les catapultaba hacia el infinito para que terminaran desintegrándose. Ese era el Premio a la Excelencia en el Perú: Morir.

Sin embargo la vida en España no fue de autoexilio personal ni de tortura personal como puede pensar alguien que ha leído uno de sus libros como Militarismo en el Perú Puede ser tachado de pesimista y ácido; pero Herbert Morote es un gran conversador, de esos que no se cansan de hablar del Perú; pese a parecer que están hartos de hablar de él y han decidido enterrarlo para no sufrir más.

No, no es un ser desgarrado ni hermético. Ni tampoco se azota la espalda ni pretende inmolarse como cualquier santo patrono, ni sentir en sus carnes el sufrimiento para que lo entierren con sus compatriotas. Muy por el contrario Herbert parece amar la vida y se ha rodeado de personalidades muy reconocidas que le ayudaron a pulir sus escritos y poner en marcha su primer proyecto: Réquiem por Perú, mi Patria, Con él podría empezar las pompas fúnebres del entierro al que no asistiría nadie. Vaya forma de debutar en el mundo literario: enterrando muertos.

Una vez alguien dijo que los peruanos y los chilenos tenían una cualidad por la que ninguno de ambos querrían ser recordados: los peruanos, los más depresivos y los chilenos, los menos calurosos de América Latina. Puedo sostener que Herbert Morote no es lo primero en definitiva ni tampoco creo que los chilenos sean lo segundo. Pero los peruanos vivimos de estereotipos y si no estuviésemos involucrados, diríamos sí, es cierto, el peruano es depresivo, nacionalista, militarista y prejuicioso. Para quien escribe estas líneas, la fama no existe y puede sentirse tranquilo con ello; pero a Herbert le conocían sus amigos, los empresarios, sus ex compañeros del Colegio Militar Leoncio Prado, y debía dar cara por todo lo que había escrito y descrito en un libro que califica de réquiem de una patria en estado de putrefacción y violada como el cadáver de Eva Perón por un pelotón de fusilamiento y por ese presidente Alberto Fujimori por el que no votó.

¿Violamos nosotros también a la patria? Al menos, si se lee Réquiem por Perú, mi Patria, uno llega a la conclusión que sí y que no, vimos el crimen y nos quedamos callados; y otros más crueles, aplaudieron; pero todos juntos nos reunimos más tarde para comentar esta aventura, muy parecida a la de los hijos de familia con las sirvientas de su casa. Debe ser muy duro, pero tras la última página, uno podría pensar que la mayoría de los milicos han tratado a la patria como a la sirvienta de su casa.

El ensayo de Morote no deja indiferente a nadie, es imposible que sea así. Uno podría calificarlo como un ensayo sólo para peruanos peleados con la izquierda revolucionaria y la derecha conservadora; pero no es tanto así, ¿Que país de América Latina no ha vivido presa de los militares? Salvo Costa Rica que vivía amenazada por la proximidad de una dictadura asesina como la de Somoza en Nicaragua, todos sabemos qué significa esta palabra. Herbert Morote nació con una dictadura, la de Leguía, y se fue del Perú, con otra, la de Velasco Alvarado. Pero toda acción produce una reacción, y un ensayo así debía de merecer un castigo.

No, su libro no terminaría siendo quemado como tantos libros, tampoco fueron a excomulgarlo, ni mucho menos a meterlo a la cárcel. Tras la publicación de su libro, a él se le sancionó con la ley del silencio. Se oían pasos de alguien que cavaba; pero decíamos que eran los paramilitares que enterraban opositores. Se oía una plegaria, y entonces mandábamos a callar al difunto y no al sepulturero.

Un hombre de negocios que criticara a la derecha de esa manera era imposible de perdonar, si al menos hubiese dejado intacto a Odría sostuvo una madre. De acuerdo, nadie podía impedirle enterrar al Perú; pero a Herbert Morote se le enterraría vivo porque de él nadie hablaría. El olvido estaba hecho para los grandes malagradecidos, la indiferencia para los traidores cobardes como él, y aun con todo, pese a nuestro fallido y mezquino intento de ningunearlo, Herbert Morote dice no sólo que no se arrepiente de una sola coma, sino que años decide publicar una nueva versión corregida y aumentada.

Era su forma de saldar cuentas, de vengarse en buenos términos, como bien dice él, con la letra y no con el fusil de ese país autoritario y de revoluciones tardías. Disparar es fácil, escribir toma su tiempo y a Herbert ser escritor le costó dejar su carrera de ejecutivo, dedicar cada hora a escribir, corregirse, aprender a escuchar las críticas y asumir los retos como es el de publicar un libro a los 50 años.

Y ahora que consiguió publicar Réquiem por Perú, mI Patria, Vargas Llosa tal cual y Bolívar, libertador y enemigo nº 1 del Perú, entre otros libros, comienza a ganarse enemigos. Del silencio a ser el centro de la conversación. Como suele pasar en el Perú, tarde o temprano, de alcanzar el éxito mediático, muchos comienzan a tirar piedras; pero Herbert, sabiamente, ha hecho a éstas hablar.

Datos

Nombre: Herbert Morote
Edad: 71
Profesión: Doctor en Ciencias Económicas y Comerciales. Estudió
además Literatura y Escritura Teatral.
Obras: «Réquiem por Perú, mi patria», «El militarismo en el Perú»,
«Vargas Llosa, tal cual», «Sobre la tumba de Vallejo», «El guía del
Hermitage», «Pero… ¿tiene el Perú salvación?», entre otros.

http://www.herbertmorote.com/

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