Resurge el fenómeno Obama

(PD).- La victoria de Barack Obama en Carolina del Sur, tanto por su magnitud (más del doble de votos que Hillary Clinton y cerca de 30 puntos de ventaja) como por la diversidad de los votantes (obtuvo el respaldo de una cuarta parte de los electores blancos), confirma en toda su intensidad el fenómeno político que este hombre representa.

Y -como explica Antonio Caño en El País– deja la carrera por la candidatura presidencial del Partido Demócrata tan abierta que es posible que ni siquiera el supermartes, cuando el 5 de febrero millones de estadounidenses acudirán a las urnas en más de veinte Estados, pueda decidir el ganador.

«Había quienes dudaban. Había cínicos que creían que lo de Iowa había sido una ilusión. Pero lo cierto es que, después de cuatro elecciones, tenemos más votos, más delegados y la coalición más diversa que ha conocido la historia americana», dijo Obama al proclamar su victoria. Clinton, que abandonó enseguida este Estado, habló ya en la noche del sábado desde Memphis (Tennessee), tratando de olvidar cuanto antes lo ocurrido y mirando con ansiedad al supermartes.

Tal es la dimensión de lo ocurrido el sábado que Obama obtuvo, él solo, más votos que todos los candidatos demócratas juntos en las últimas primarias. Ganó todos los distritos electorales del Estado, incluidos los de mayoría blanca, excepto uno que ganó Clinton y otro que fue para John Edwards, precisamente su distrito natal. Obama consiguió esta vez el triunfo entre las mujeres, arrasó entre los menores de 30 años y prácticamente monopolizó el voto de los nuevos electores.

Aunque otro famoso político negro, Jesse Jackson, ganó las primarias aquí en 1984 y 1988 -como se ha encargado de repetir estos días el ex presidente Bill Clinton para reducir el valor de una derrota-, éste lo hizo con sólo un 7% del voto blanco. Obama no sólo arrastró a las urnas, como ocurrió en Iowa o en New Hampshire, a cerca del doble de los votantes que otros años, sino que movilizó a independientes y republicanos atraídos por el discurso renovador del senador de Illinois.

Caroline Kennedy, la hija del ex presidente John Kennedy, proclamaba ayer en el periódico The New York Times al anunciar su respaldo a Obama: «Por fin puedo votar por alguien como mi padre».

«Se ha acabado eso de creer que los blancos no pueden votar por un negro, que los ricos no pueden votar por un demócrata, que los pobres no votan… Ésa no es la América en la que creemos», manifestó Obama.

«Esto no es una batalla entre blancos y negros, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y viejos, entre azules y rojos (los colores demócrata y republicano, respectivamente). Esto es una batalla entre el pasado y el futuro», añadió.

El futuro, al menos en lo que se refiere a esta campaña electoral, se presenta lleno de incógnitas para los dos principales candidatos. Edwards anunció el sábado que sigue en la carrera, aunque eso sólo servirá para quitar votos a alguno de sus contrincantes.

¿Conservará Obama su capacidad de atraer el voto blanco? ¿Podrá en 10 días superar la ventaja que Clinton tiene en los Estados más grandes, como California, Nueva York, Nueva Jersey o Massachusetts, en los que no hay posibilidad, por razones geográficas, de hacer campaña puerta a puerta?

Ésta es una campaña tan extraordinaria que nadie se atreve ya a hacer pronósticos. Hay que tener en cuenta que, hace menos de un mes, Hillary Clinton tenía 20 puntos de ventaja en las encuestas en Carolina del Sur, que su marido era reconocido como «el primer presidente negro» y que había sido apoyado por los principales líderes afroamericanos del país.

Hillary Clinton tiene todavía el apoyo de más gobernadores, más congresistas, más sindicatos y más grupos organizados en todo el país. Su maquinaria electoral está mucho más engrasada. Mientras ella estaba en Memphis, su marido pronunciaba un discurso en Independence (Missuri). En un país de estas dimensiones es bueno tener ayudantes de esa talla.

Hillary Clinton cuenta, además, con el respaldo probable de los votantes latinos, que le dieron la victoria en Nevada y que pueden dársela también ahora en California, Nuevo México, Colorado o Arizona. Obama aludió el sábado a su colaboración con activistas hispanos durante sus años como trabajador social en Chicago.

Contra eso, las armas de Obama, además de los tradicionales anuncios televisivos, son las de una campaña a ras del suelo, casi boca a boca, una extraña y contagiosa pasión que está haciendo creer a muchos que algo grande puede estar pasando.

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