Los cubanos sabrán el domingo quién sustituye a Fidel

Los cubanos sabrán el domingo quién sustituye a Fidel

(PD / Agencias).- La decisión del líder cubano, Fidel Castro, de abandonar el poder tras casi medio siglo dirigiendo en primera persona el rumbo de Cuba, abre la puerta a un proceso de sucesión que el Comandante presenciará desde la posición de auténtico testigo de excepción.

Más de año y medio después de la proclama al pueblo cubano en que Fidel Castro revelaba su convalecencia por un mal del que aún no se ha informado oficialmente, Raúl Castro es el principal candidato a ponerse al frente de la revolución.

El nombre del nuevo presidente del Consejo de Estado, constitucionalmente, jefe del Estado, será pronunciado el próximo domingo en el acto de instalación del Parlamento cubano en que se designará a los 31 integrantes del Consejo de Estado.

La nómina de futuribles también incluyen a Carlos Lage, de 56 años, y a Felipe Pérez Roque, de 43, exponentes de una población que creció -y en el caso del segundo, que nació- con la revolución.

Queda la duda de hasta dónde llegará el relevo y si alcanzará más allá de Fidel Castro a una generación de líderes históricos de la revolución que en su mayoría superan los 70 años de edad.

Todo comenzó el 31 de julio de 2006

Tras 19 meses de ensayo general en una Cuba que ha vivido con y sin Fidel Castro, mientras el ministro de Defensa, Raúl Castro, cumplía las funciones de presidente provisional, el jefe de la revolución ha decidido poner punto final al que es el mandato más largo en un país occidental tras el de la Reina de Inglaterra.

La puerta comenzó a abrirse el 31 de julio de 2006, cuando una grave enfermedad le obligó a delegar sus cargos, pero el proceso ya había echado a andar un 17 de diciembre de 2005.

Testamento político

Aquel día, dictó un discurso en la Universidad en La Habana, que, con el tiempo, se reveló como una suerte de testamento político del líder cubano y la lista de tareas que dejaba a las futuras generaciones.

Entre las advertencias que dejó durante las seis horas de discurso en pie, resonó la de que la revolución podía «destruirse» y no por los Estados Unidos, sino por los propios cubanos.

El líder cubano reconoció que la revolución había tenido «errores» y anticipó un amplio paquete de medidas para crear una «nueva sociedad», más justa y con menos desequilibrios, eliminar la libreta de racionamiento, acabar con los «abusos» y revaluar la moneda cubana.

A partir de ahí, el aparato de poder comenzó un proceso de profundización institucional con un acento marcado en las estructuras del Partido Comunista de Cuba.

En julio del año siguiente se reactivó el Secretariado del Buró Político del Partido -eliminado en 1991-, pocas semanas después de que Raúl Castro afirmara que «únicamente el Partido Comunista (…) puede ser el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder».

Cargos delegados

Fidel Castro delegó sus cargos de forma colegiada. Entre los elegidos se encontraban, además de Raúl Castro, los vicepresidentes Carlos Lage, José Ramón Machado Ventura y Esteban Lazo; el canciller, Felipe Pérez Roque; el ministro de Salud, José Ramón Balaguer, y el presidente del Banco Central, Francisco Soberón.

El momento de crisis de salud de Fidel Castro pasó en medio de la normalidad en el país y la calma entre la población, mientras Raúl Castro movilizaba a decenas de miles de reservistas en toda la isla.

Raúl cogió peso

A partir de diciembre de aquel año, con motivo de las celebraciones aplazadas por el 80 cumpleaños del líder cubano y el medio siglo de la creación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el menor de los Castro comenzó a ganar protagonismo.

En el discurso de aquel día, lanzó un mensaje político en el que llamó a la unidad interna, subrayó el papel de las FAR en la cohesión de la revolución y tendió puentes para dialogar con Estados Unidos, el principal enemigo de la revolución.

El 26 de julio de 2007, la fecha más importante para la revolución, Raúl Castro reafirmó su consolidación en el poder con un discurso autocrítico en el que enumeró los principales problemas económicos del país y habló por primera vez de la necesidad de cambios estructurales.

El discurso se convirtió en documento de referencia para la discusión en el ámbito oficial y fue origen de los debates que se sucedieron en todo el país para abordar los males que aquejan a la revolución.

Se volcó en el diagnóstico y la búsqueda de soluciones para aliviar las dificultades de la población, animó debates, reconoció «exceso de prohibiciones» y prometió el estudio de las soluciones a los problemas.

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