Con la inmigración: España es más España

Con la inmigración: España es más España

Por Eduardo González Viaña (*) En Madrid, hace algunas semanas, mientras esperaba la hora de ir al aeropuerto, salí a la Gran Vía –cercana a mi hotel- a buscar algunos souvenirs que no había tenido tiempo de comprar.

Eran las 8 de la mañana, pero por temprano que fuera, hallé de inmediato una pequeña tienda de esa especialidad en el cruce con Callao. ¡Qué maravilla! Entré de inmediato dispuesto a llenar mi maletín de mano con espaditas toledanas, abanicos de Sevilla, estatuillas de don Quijote, discos de flamenco, camisetas del Barsa, piernas de jamón, panderetas, castañuelas, o fotos del rey gritando: “Te he dicho que te callesh”

Nada de eso encontré, sin embargo. En el almacén se amontonaban multicolores ponchos de Bolivia, chompas de Ecuador, pisco del Perú y “pisco” de Chile, habanos de Cuba, banderitas, tarjetas telefónicas, magnetos de la Virgen de Guadalupe, llaveros de Puerto Rico, bolsas de yerba mate y alfajores de varias nacionalidades.

Estaba por comprar unos alfajores peruanos que fabrica en California la fábrica Splitbean, cuando una señora de gesto agrio los arrancó de mis manos y los puso de vuelta en el mostrador.

-Esos no son alfajores, che- me dijo. Los verdaderos son los argentinos.

Para obviar un conflicto binacional, los abandoné y traté de adquirir una tarjeta telefónica para poder llamar durante las largas esperas del aeropuerto. Un joven resuelto me la quitó también, y me aconsejó.

-Para que no nos cueste nada la llamada, los “latinos” usamos en el Internet Marcadirecto.com.

Repleto por fin de souvenirs neutros, me acerqué a la cajera, pero ella tenía otra sugerencia para mí. Quería venderme el libro que tenía en las manos –EL CORRIDO DE DANTE.
-Es una novela sobre los inmigrantes.-me dijo- He visto al autor en la TV, y se le parece. Además es un peruano, mi paisano.

Cada vez que llego a este país, temo que España se haya europeizado y que haya dejado de ser el país en que viví algunos de los años más bellos de mi vida. Se supone que debe convertirse en un país de burócratas de pocas palabras y menos vino. Por fin, algunos pensaron que la inmigración lo iba a cambiar, pero no es así.

Si algo ayuda a mantener el carácter tradicional de la península es la llegada de estos indianos, descendientes de la España que un día surcara los mares del misterio. En tiendas como la de souvenirs, en ruidosos mercados, en locutorios y en trenes subterráneos, los llamados “hispanos” están evitando que se deshispanice España.

No están en la calle solamente. Se encuentran también en la literatura, las artes, el cine, el foro, los negocios, el periodismo. No conozco por completo lo legislado sobre inmigración pero entiendo que la España de Zapatero ha sido incluyente con los recién llegados. La razón demográfica es clave para aceptar a estos inmigrantes: con el más bajo crecimiento poblacional de Europa, se requiere de su aporte para pagar el Seguro Social de los jubilados.

Con la agilidad mental y la asombrosa creatividad de quienes llegan de países pobres, los llamados ayer indianos, y hoy “latinos”, han creado espacios alternativos en todos los campos. Para mí, el más sorprendente es el periodismo. Más allá de las decenas de publicaciones gratuitas que amarillean en los locutorios, hay un periodismo digital que llega a todos los inmigrantes, a los españoles y a quienes en el mundo estamos interesados en España.

“Periodista Latino” llega por canales cibernéticos a unas 300 mil personas. No tiene nada que envidiar a las grandes tradiciones de la prensa europea y forma parte de un grupo que lidera “Periodista Digital” con tres millones de lectores.

Su director, el peruano Paul Monzón, lleva 16 años en España. Ha trabajado antes en la revista Visión Peruana, con César Hildebrandt y ha sido Director del magazine Primera Plana, España. Hace poco lo vimos poniendo un chullo peruano sobre la severa testa del Alcalde Madrid.

Fue justamente Paul quien me entrevistó luego de la presentación de mi libro en Casa de América, y ése era el programa de TV al que se refería la vendedora de souvenirs.

Ustedes quieren saber si, por fin, compré mi propio libro, y les respondo que sí. Lo hice por tres razones: la primera, porque apenas costaba un euro más que en la cercana Casa del Libro; la segunda, porque de esa manera me sentía un indiano más en las amadas tierras castellanas, y la tercera por fin, para darle la contra a un tipo odioso que criticó al libro y al autor.
-No lo compre. ¡A quien se le ocurre que un hombre y su burro avancen por los Estados Unidos. Ese tipo debe de ser un idiota!

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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