La primavera del descontento del Partido Republicano

La primavera del descontento del Partido Republicano

(David Broder).-Una manera de medir el deplorable estado actual del Partido Republicano es observar que en las últimas semanas, 55 años de veteranía en la Cámara de Representantes fueron borrados de un plumazo en tres elecciones especiales a escaños vacantes.

Otro calibre es que la cifra de aprobación de la labor del Presidente Bush del 31 por ciento en la encuesta de este mes del Washington Post es uno de los niveles más bajos registrados nunca para un jefe ejecutivo.

Al margen de cómo se mida, esta es seguramente la primavera del descontento del Partido Republicano — una situación que conducía a un Republicanos de Capitol Hill a decir, «Gracias a Dios que aún tenemos casi seis meses hasta las elecciones».

No se sabe lo que puede suceder entre hoy y el 4 de noviembre, pero sabemos que John McCain está cortando un fuerte viento de cara mientras aspira a la Casa Blanca, al tiempo que Barack Obama (o quizá Hillary Clinton) puede disfrutar al menos de una brisa favorable.

La situación recuerda a 1980. Seis meses antes de las elecciones, era evidente que el país se había cansado de Jimmy Carter y su administración. Lo que estaba por determinarse era el grado de comodidad que los electores sentían con Ronald Reagan como su sucesor. ¿Sería visto Reagan como un actor de segunda fila y presentador televisivo, vendiendo nociones excéntricas y tal vez peligrosas, o como alguien que había gobernado con éxito California durante ocho años y que podría devolver cierta cordura al disfuncional Washington? Una vez que dio las garantías necesarias, las elecciones estaban zanjadas.

El umbral de validez para Obama no es ahora más elevado del que enfrentó Reagan, pero el ejercicio mental de situar a Obama en el Despacho Oval exige más imaginación de la que exigía mudar a Reagan de la pantalla a Pennsylvania Avenue. El nombre de Obama, su cara, su biografía entera sienta un precedente. La gente necesita tiempo para acostumbrarse. Ese es el motivo de que haya sido un error por su parte evitar a cualquier precio hacer campaña ante electores escépticos en Virginia Occidental y Kentucky. Tiene que ganarse la confianza de votantes como ellos — y no puede posponer el esfuerzo hasta otoño.

Si puede superar el umbral de credibilidad, como hizo Reagan, le esperan perspectivas prometedoras. Los votantes están claramente dispuestos a expandir las filas Demócratas en el Senado y la Cámara.

Las victorias de las elecciones especiales en las carreras recientes a escaños vacantes del Congreso han tumbado una bolsa Republicana de votos tras otra. Los distritos de Luisiana y de Mississippi llevaban siendo Republicanos 33 y 13 años, respectivamente, y el escaño del ex presidente de la Cámara Dennis Hastert en Illinois, que solamente había pasado a ser Demócrata una vez en los últimos 50 años.

El líder de la minoría en la Cámara John Boehner llamaba a la carrera en Mississippi la semana pasada «una llamada de atención» a su desbordado grupo, pero para muchos de ellos más parece una pesadilla, augurando grandes pérdidas en noviembre.

El Representante por Oklahoma Tom Cole, desafortunado presidente de campaña del Partido Republicano a la Cámara, intentaba poner la mejor cara ante la situación, diciendo a los reporteros que los Demócratas manifiestamente conservadores que ganaron en Luisiana y Mississippi no pueden ser modelo. Llegado noviembre, con Obama probablemente a la cabeza de la lista electoral y definiendo el mensaje Demócrata, «será más difícil para los Demócratas pronunciarse en contra de su partido», decía Cole.

Eso está por verse. Lo que está moviendo votos ahora no es solamente la oposición a Bush, sino un suspenso a los Republicanos. John Anzalone, consultor estadístico de los ganadores de Luisiana y Mississippi, me decía que esas carreras — que plasmaron los esfuerzos Republicanos por vincular a los candidatos Demócratas locales con Obama, el Reverendo Jeremiah Wright y la presidenta de la Cámara Nancy Pelosi — han demostrado que «en tiempos difíciles como estos, los asuntos cotidianos se imponen a los temas espinosos» que empleó el Partido Republicano.

En la encuesta del Post, los Demócratas superaron a los Republicanos, 53 por ciento frente a 32 por ciento, como el partido en que más se confía para hacer frente a los principales problemas a los que se enfrenta el país — el doble del tamaño del déficit Republicano en el verano de 2006, cerca de las elecciones que privaron a los Republicanos de sus mayorías en el Congreso.

Cole decía que, con su reputación de independencia, McCain puede arrastrar votos que no son receptivos a ningún otro Republicano. Está en lo cierto. La misma encuesta del Post le sitúa a la zaga de Obama por apenas siete puntos porcentuales y muy por delante de su partido. Pero Dios mío, qué partido.

© 2008, The Washington Post Writers Group

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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