Marruecos abandona en el desierto a los inmigrantes que asaltaron Melilla

(PL).- «A Oujda, a Oujda, ahí es donde tenéis que ir, para comprobar cómo nos abandonan y de qué manera nos tratan». Son los gritos de frustración, cansancio y sobre todo mucha rabia, del centenar de africanos que Marruecos echa de Nador tras sus intentos del fin de semana por colarse en Melilla.

Los hombres gritan mientras suben a los tres autobuses que esperaban el miércoles por la tarde en las puertas de la Comisaría de Nador, al norte de Marruecos y a tan sólo quince kilómetros de la frontera con Melilla, para sacarlos del reino alauita.

Escribe Erena Calvo en ADN que es su billete de vuelta al destierro. Las mujeres y los niños, más de una veintena, caminan en silencio sin pronunciar palabra.

Las autoridades marroquíes los expulsan a la frontera con Argelia, en Oujda, en un inhóspito desierto, en tierra de nadie. Eran 110 y los detuvieron en los tres últimos días, cuenta a ADN.es Chakib Al Jayari, presidente de la Asociación de Derechos Humanos del Rif.

Casi todos eran nigerianos, pero también había africanos de Gambia, Senegal o Sierra leona.

«El paso de Beni Enzar es más fácil de burlar: no hay valla»

«De todos los apresados, 78 formaban parte de los dos grupos que intentaron colarse en Melilla este domingo a través del puesto fronterizo de Beni Enzar; era la primera vez que protagonizaban un conato aquí», este paso «es más fácil de burlar, no hay valla», continúa Al Jayari.

Marruecos ha desplegado una importante operación para atrapar a todos los inmigrantes irregulares de la zona. Los que llegaron a Nador en las últimas semanas «ya han huido casi todos; quedan algunos grupos en las zonas boscosas de los alrededores, cercadas ahora por los militares, pero la mayoría han salido hacia la provincia de Oujda», relata Al Jayari. Salieron corriendo de allí «por miedo a las redadas que pusieron en marcha los militares y la policía desde el domingo por la tarde».

Los que fueron detenidos, denuncia Hichan Baraka, de la Asociación de Derechos Humanos de Oujda, «tuvieron que firmar un papel escrito en árabe, que muchos no entienden, y que les desprovee de cualquier derecho; lo único que les queda es ser expulsados sin poder reclamar nada».

«Tranquilidad» y pocos medios en el lado español

«Aquí estamos bastante tranquilos, hay mucho tráfico de personas y vehículos, pero no suele haber problemas, lo del otro día fue puntual», cuenta un agente de la Policía Nacional que se queja de los pocos medios de que disponen para hacer su trabajo.

Del dispositivo de seguridad para reforzar el perímetro del que ha hablado estos días el ministro del Interior, no saben nada. «Normalmente somos cuatro en el turno de noche y desde el lunes diez, pero nada más», dice. Sus compañeros de la Guardia Civil afirman no haber visto esta semana más compañeros en el puesto.

Los medios españoles que trabajan en la frontera aseguran que «fue más el susto que otra cosa». Es cierto, como informó la Delegación del Gobierno de Melilla, «que iban cargados con palos y piedras, pero no fue para tanto; están desesperados y salieron a la carrera amenazantes para intentar cubrir la distancia que separa Marruecos de España».

Ninguno de los agentes recuerda más violencia por ninguna parte que la de lanzar unas cuentas piedras, pese a las denuncias de UPD de que hubo disparos. No pueden dar cifras, pero creen que al menos veinte de los subsaharianos superaron la carrera con éxito. La Delegación del Gobierno en Melilla lo duda y asegura que «sólo se ha encontrado a ocho y están en el centro de retención de inmigrantes», que alberga en estos momentos a medio millar de indocumentados.

Los agentes de la frontera insisten: «En cualquier caso, se necesitan más medios». No en vano, las asociaciones de derechos humanos de Marruecos que trabajan con los subsaharianos advierten de que este verano habrá una gran presión migratoria en la frontera con Ceuta y Melilla. «Los indocumentados de todas las ciudades alauitas se están organizando para subir a Nador o a Oujda y pasar la frontera».

Cortes de luz y despliegue militar

En el lado marroquí entre veinte y cuarenta agentes se apuran por sellar más y más pasaportes; cada diez minutos se les va la luz y tienen que reiniciar todos los sistemas. «Aquí no hay problemas», dice muy serio el comisario jefe de la policía alauita en el puesto de Beni Enzar.

Sin embargo, al final del kilómetro que separa ambos puestos, el marroquí y el español, aguarda sin perder detalle de todos los movimientos que se producen una furgoneta de los militares, las fuerzas auxiliares marroquíes, que aparcaron allí este domingo por la noche y no se moverá hasta que estén seguros de que todo esté controlado.

En lo que va de año ya son 1.093 los indocumentados detenidos por las fuerzas marroquíes en la provincia de Nador. Desde allí buscan salidas, un agujero a la esperanza. Por tierra, y por mar. «Muchos lo intentan en pateras, desde las que salen hacia la otra orilla, o incluso con aletas o tablas de surf para llegar hasta Melilla».

Un grupo de quince personas, de los expulsados, apunta Hichan, ya han regresado desde el desierto hasta Oujda, donde se concentran cerca de mil subsaharianos. «Viven allí, intentan trabajar para recabar dinero y poder volver a Nador o a otros puntos desde donde salir hacia España». Los que consiguieron entrar de nuevo en la ciudad «son todo hombres, a las mujeres y los niños les costará más», añade un portavoz de la asociación.

Algunos de los que han sido expulsados esta semana ya lo habían intentado otras veces y aseguran que volverán a intentarlo. Han recorrido miles de kilómetros desde sus países de origen para recuperar su dignidad y poder sacar adelante a los suyos. Una vez más, se encomendarán a Alá, toca otra vez jugarse la vida.

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