El cantante español Julio Iglesias, que hoy ofrece su segundo concierto en Buenos Aires como parte de la gira con la que celebra sus 40 años de carrera, reconoce que le queda «muy poco tiempo» para cantar pero asegura que lo hará hasta que se muera pues tras cuatro décadas de éxitos mantiene la misma pasión que el primer día.
Nunca se hubiera imaginado, el Julio Iglesias que a los veinte años jugaba al fútbol en el Real Madrid, que acabaría siendo el artista latino que más vende de todos los tiempos, pero un accidente de tráfico truncó su carrera deportiva y le brindó la oportunidad de lanzarse al estrellato mundial sustituyendo el balón por el micrófono.
«Creo mucho más en las circunstancias y en el ejercicio de la voluntad que en el destino», explicó en el camerino del estadio Luna Park, poco antes de ofrecer su primer concierto de esta gira en Buenos Aires.
«Cuarenta años son casi tres generaciones y el público es muy generoso, es un agradecimiento que tengo a la vida. Cantar en la ducha es muy fácil, pero que la gente te siga a lo largo de las años y cantar en todas partes del mundo es increíble», señaló.
La gira, que comenzó el año pasado y con la que celebra sus cuarenta años de carrera, le ha llevado a recorrer todo el mundo, desde Asia a Latinoamérica, pasando por Sudáfrica y Europa.
Sentimientos universales
«Éste es un mundo donde cambian todas las culturas y las músicas son totalmente diferentes. Sin embargo los acontecimientos naturales de la vida, que son el reír y el llorar, y la sensibilidad del ser humano y la emoción son universales», manifestó.
Con sus 65 años a cuestas y 250 millones de discos vendidos en todo el mundo, Iglesias no se cansa se subirse a las tablas y no piensa dejar de hacerlo porque, dijo, si se parara ahora «tendría una vida muy angustiosa».
Aunque sí afirmó que va a relajarse un poco y hacer sus giras «más asentadas, más largas», aumentando el tiempo de estancia en cada destino (el año que viene pasará tres meses en Australia) para poder disfrutar de su tiempo con su familia y sus hijos pequeños.
De lo que ya ha vivido y aprendido, manifestó que se queda con «la verdad» de sus ojos, su cabeza y su corazón.
