En Argentina, se acerca la jornada electoral presidencial entre dos polos opuestos: Sergio Massa, un peronista de centro con enfoque económico sereno y un plan de unidad nacional, y Javier Milei, un líder ultraliberal anarco-capitalista, partidario de medidas radicales como la dolarización total y la eliminación del Banco Central para frenar la inflación.
Con una inflación anual del 143%, la economía acapara la atención de los votantes, muchos de los cuales se debaten entre la experiencia de Massa y las propuestas disruptivas de Milei. Este último, respaldado por figuras de la derecha como el expresidente Macri, ha desafiado las políticas tradicionales y ha generado un seguimiento apasionado con su mensaje enérgico y su estilo fuera de lo común.
La campaña ha reflejado la polarización y el descontento hacia la política convencional encarnada por Massa, así como la inquietud frente a las ideas explosivas de Milei, quien aboga por la venta libre de armas y ha sugerido la posibilidad de un mercado de órganos humanos.
El país enfrenta una grave crisis económica con niveles de pobreza elevados y una economía estancada desde hace más de una década. El discurso antiestablishment de Milei ha resonado en un contexto donde la confianza en la clase política tradicional ha disminuido significativamente.
En los últimos días se ha generado un debate sobre la integridad del proceso electoral, con denuncias de posible fraude por parte del partido de Milei, aunque los expertos sostienen que el sistema electoral argentino es sólido y nunca ha sido cuestionado en términos de legitimidad.
Con más de 35 millones de personas habilitadas para votar en esta elección obligatoria, se espera un resultado ajustado en una contienda que refleja la profunda división en la sociedad argentina. El próximo presidente tendrá el desafío de afrontar una situación económica y social complicada, asumiendo el cargo el 10 de diciembre para un mandato de cuatro años.