Objeto de culto y búsqueda durante mucho tiempo tan solo para un grupo de conocedores, el libro antiguo comienza a ser revalorado en Perú, país donde se publicaron en 1584 las primeras obras impresas de Sudamérica.
El desconocimiento de este patrimonio ha hecho que libros valiosos, entre los que figuran incunables y ediciones rarísimas, hayan sido durante décadas presa de cazadores de tesoros extranjeros, según explicó a Efe el librero anticuario y editor peruano Juan Ortiz Benitez.
Por primera vez en Perú, el experto dictó el mes pasado un curso de tasación y valoración del libro antiguo y usado, que buscó revalorar el «riquísimo» legado bibliográfico que tiene su país.
En este curso, realizado con el patrocinio de la Cámara Peruana del Libro (CPL), se destacó la importancia de difundir un conocimiento que ya se ofrece desde hace varios años en países como España, Argentina y México.
Ortiz asistió en 2008 al curso sobre el tema que se dictó en Buenos Aires y que tuvo entre sus expositores al especialista español Julián Martín Abad, jefe del Servicio de Manuscritos e Incunables de la Biblioteca Nacional de España.
El experto peruano enfatizó a Efe que todo el que se relaciona con el libro debe tener «conocimiento del proceso de valoración y tasación», para determinar «el verdadero valor del libro mediante las técnicas y herramientas» que emplean los profesionales.
«Hay que diferenciar entre el valor patrimonial y el valor cultural del libro, el primero es un paso para valorarlo comercialmente», subrayó.
Y es que muchos olvidan que, como capital del virreinato español más importante de Sudamérica, Perú también ostenta las primeras publicaciones impresas del continente, muchas de las cuales en la actualidad se tasan en decenas de miles de dólares.
Esto fue destacado por el investigador Jorge Zevallos, especialista en la historia de la imprenta, quien recordó que la segunda imprenta de América, después de la mexicana, estuvo en Perú.
Aunque en Lima se publicó en 1584 «La pragmática», impresa por el italiano Antonio Ricardo, en la actualidad existen discrepancias sobre la cantidad de impresos de esa primera época, que algunos especialistas sitúan alrededor del centenar.
«El libro está en Perú dramáticamente desde uno de sus momentos neurálgicos: la batalla de Cajamarca, de 1531», añadió Zevallos en alusión a la biblia que los conquistadores españoles entregaron al Inca Atahualpa antes de capturarlo.
Por ese motivo, Ortiz, quien es director de la Librería Editorial La Casa del Libro Viejo, consideró «importante» que el patrimonio bibliográfico permanezca en el país y dijo que los poseedores de libros antiguos deben dar preferencia a las instituciones públicas en el momento de la venta.
Ante algunas críticas que señalan que la valoración y tasación de los libros sólo debe estar en manos de un reducido grupo de expertos, Ortiz Benítez dijo que en Perú «no existe un monopolio» sobre quién puede cumplir esa labor.
Defendió, en ese sentido, su intención de lograr una mayor difusión de estas técnicas entre el público, ya que las instituciones publicas valoran los textos desde el punto de vista patrimonial, pero no comercial.
«El que está en contacto con el libro usualmente es el librero, el editor, el bibliófilo; ahora, lo que nos ayuda a valorar el libro comercialmente son los catálogos de libreros, de bibliófilos, de subastas, además de los repertorios bibliográficos», explicó.
Para afianzar este conocimiento, el periodista peruano Jorge Kishimoto ofreció durante el curso una conferencia sobre bibliofilia, la «pasión por los libros y, especialmente, por los raros y curiosos», según su definición.
Kishimoto, propietario de una de las mayores colecciones de obras de y sobre César Vallejo en el mundo, mencionó entre los grandes bibliófilos de la historia a Alfonso X el Sabio y a Hernando Colón, hijo del descubridor de América.
Ortiz ha ofrecido ahora «descentralizar» el curso hacia las provincias del país para, según reiteró, prevenir la fuga de un patrimonio que muchos desconocen que también es parte del rico legado histórico y cultural de Perú.
David Blanco Bonilla