El actor Rafael Álvarez, ‘El Brujo’, que lleva décadas dando vida a «Lazarillo de Tormes», «El Quijote» y a otros clásicos de la literatura española, está convencido de que en España «la interpretación ha pegado un gran bajón de calidad», especialmente en cine y televisión.
«Las series de televisión están llenas de actores mediocres que no conocen el teatro», ha afirmado ‘El Brujo’ en una entrevista con Efe, a dos horas de subirse de nuevo al escenario en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y dar voz, esta vez, a «El Testigo», su último espectáculo, en el que cuenta la historia de un genial ‘bailaor’, Miguel Pantalón.
Riendo, como quien no da crédito a lo que ocurre, ‘El Brujo’ ha citado como ejemplo la exitosa serie de época de TVE «Águila Roja», y a sus actores, que «hablan como si estuvieran pidiendo una coca-cola en el chiringuito». «No crean la atmósfera de época con el lenguaje, lo mismo que se crea con los espadas, con los caballos, con los sombreros».
Algo que, ha indicado, no ocurre en otros países como el Reino Unido. En la ficción inglesa «Los Tudor», los actores dicen el texto «estupendamente: con entonación, con tono, de una manera rítmica, de una manera musical, de una manera interpretativa, de una manera dramática». En definitiva, «de una manera teatral».
El problema es que en España hay una generación de profesionales «que se ha formado únicamente para hacer televisión y cine», intérpretes que «arrastran las frases» cuando quieren expresar duda.
Según ‘El Brujo’, «se ha tratado de crear una escuela de falsa naturalidad. Pero eso no es naturalidad, eso es una escuela de vulgaridad».
Él recuerda, en cambio, las interpretaciones de José Luis López Vázquez, Fernando Fernán Gómez, Arturo Fernández…, actores de una generación anterior a la suya, que «son una maravilla». «Tú los ves en una película mala y engrandecen la película. Le dan una dignidad impresionante a cualquier tontería que hacen», subraya.
Aunque lleva 40 años sobre las tablas, muchos sólo con su voz, las luces y el texto, ‘El Brujo’ dice sentir aún «mariposillas en el estómago» antes de la función, cuando oye «el rumor del público, el jaleo de la gente, los timbrazos del escenario, los técnicos que se ponen en su sitio, y el espectáculo ya inevitablemente empieza.»
Y es que es heredero de una escuela que en España está en vías de extinción: la del «contador de historias», la de intérpretes que dan vida solos a historias con un mínimo de «dos horas de duración» y un «desenlace narrativo», «juglares» que, si se apagan las luces en medio de la función, improvisan con el público.
«Hay otra flexibilidad, otra movilidad, otra cercanía» con el auditorio en el oficio de «actor solista». «Hay un sentido de inmediatez, que es propio del género, del estar un hombre solo en el escenario», ha asegurado ‘El Brujo’.
Desde hace once meses, este cordobés da vida a «El Testigo», a partir de un relato del poeta gaditano Fernando Quiñones, cuyo protagonista, Miguel Pantalón, es un ‘bailaor’ genial en el Cádiz de 1930 y 1940, que, sin embargo, vive «una vida llena de miseria, porque no tiene el sentido fenicio de sacarle dinero a su arte».
Trata de «todas las excentricidades de estos grandes artistas que son absolutamente geniales, disparatados, que tienen momentos de una brillantez, en su arte, sublime. Pero que son un desastre en la vida», ha detallado.
Pero ‘El Brujo’ no se siente, ni un poco, Miguel Pantalón. «Tengo una vida que pretendo que sea lo más normal», afirma.
Y aunque en la cultura estadounidense «está muy de moda», rechaza el mito de que un artista, para ser «genial», tenga que llevar una vida de contrastes y ser «excéntrico, loco, estar hasta arriba de drogas, desquiciado». ‘El Brujo’ sonríe: «Yo soy de España y normalito».
