«Harmattan» es un viento frío y polvoriento de África Occidental, pero es también el nombre de un grupo de profesionales que comenzó viajando por el continente africano con la intención de mostrar su cara menos conocida y fotografiada.
En su último periplo, el colectivo formado por un fotógrafo, Fermín Correa; un farmacéutico, Ángel Rodríguez, y un biólogo, José León, dejaron África de lado y visitaron Petra, un importante enclave arqueológico de Jordania, lugar del que sacaron la veintena de fotos de la exposición que inauguran hoy en Tenerife y que lleva por título «Petra: la ciudad perdida».
Instantáneas de seis por cuatro metros acompañadas de documentadas y anecdóticas anotaciones han invadido la sala de arte «La Recova», en el centro de Santa Cruz, espacio donde se muestran hasta el próximo 20 febrero los paneles de 450 millones de píxeles que reflejan la arquitectura, los paisajes y la gente de Petra.
El recorrido fotográfico se inicia con la imagen titulada «La ciudad escondida: Petra». En ella se ubica esta localidad, «entre el desierto de Neguev al este de Israel y la península arábiga, encajada entre valles rodeados por altas y verticales paredes montañosas».
Aunque por Petra no sopla el «harmattan», que procede del sur del Sáhara y avanza hasta el golfo de Guinea, el grupo expedicionario eligió este destino por tratarse de un lugar que impresiona por las construcciones que los nabateos hicieron sobre ella.
Antes de embarcarse en este proyecto, los tres amigos prepararon el viaje durante algo más de tres meses, tiempo que aprovecharon para profundizar sobre los aspectos etnográficos, paisajísticos y arquitectónicos de Petra.
Tras recabar el máximo de información, llegó el momento de cargar las baterías de las cámaras, tener listos los bolígrafos y cuadernos y despegar con dirección al corazón del antiguo reino nabateo, situado a 80 kilómetros del mar Muerto.
Su propio nombre, que en latín significa «piedra», describe el carácter de la ciudad, literalmente excavada y esculpida en la piedra.
Entre los edificios más destacados de esta urbe están los edificios conocidos como la Khazneh (la Tesorería), Ed-Deir (el Monasterio) y el teatro, todos ellos retratados por Fermín Correa, el fotógrafo de «Harmattan».
Los ocho capiteles jónicos de Ed-Deir, un monasterio de 47 metros de largo y 40 de largo, causan impresión entre los visitantes de la exposición, que al leer la anotación que acompaña a la fotografía descubren que se trató de un edificio para ceremonias y banquetes donde se celebró la victoria de rey Obodes I sobre los Seleucides en el 85 a.c.
Así queda demostrado que la explicación y documentación son, tan importantes como la propia fotografía, que intenta cautivar por su belleza y dimensión, asegura Fermín Correa.
Precisamente el gran tamaño de las instantáneas por el que suele decantarse Correa a la hora de imprimir sus obras le ha obligado, en sus anteriores muestras, a exponer en la calle.
«Estamos especializados en exteriores porque las salas siempre significa tener que entrar y la idea es llegar al máximo número de personas posible», explica.
La gente, fuera y dentro del encuadre de la cámara, es, por tanto, una de las principales preocupaciones de «Harmattan», que consideran el factor humano uno de los ingredientes más importantes de su trabajo y sus viajes.
Este es el motivo por el que, tanto en el panel de presentación de la exhibición, como en otro independiente, retratan y hablan de los nabateos, población que se refugió en Petra hacia el 312 a.c.
Después de pasar por Mauritania, Senegal, Mali, Níger, Sahara Occidental y Jordania, el próximo destino de este grupo que se describe como «viajeros curiosos» será Perú, en concreto Machu Pichu, antiguo poblado andino inca.
Aunque el viento «harmattan» no sopla por latinoamérica, el objetivo del grupo formado por un fotógrafo, un biólogo y un farmacéutico seguirá siendo el mismo de siempre, el de darle la vuelta a la realidad.