Mientras en un sofá de una sencilla cafetería de Ciudad Madero un hombre me invita a meditar para ver ovnis, en la televisión Bob Marley canta «I shot the sheriff» y detrás de la barra una mujer prepara un frappuccino.
En esta ciudad del violento estado de Tamaulipas, en el noreste de México, muchos creen que los extraterrestres llevan décadas protegiéndolos de los huracanes, que luego de avanzar con fuerza hacia sus costas, se detienen de forma abrupta y, misteriosamente, cambian de rumbo.
Dicen que los han visto. Que hay una base submarina a unos 40 kilómetros de la costa. Que vieron sus naves, esferas, triángulos, luces. Que vieron cosas.
Y lo dicen abiertamente.
La experiencia de don Alonso
Fernando Alonso Gallardo, de 68 años, ingeniero civil, empresario, exteniente, jubilado de la petrolera estatal Pemex, tiene el rostro tostado por el picante sol de Playa Miramar, una ancha franja de 1o kilómetros de largo.
Por los barrotes de las ventanas de «El Mexicano», su restaurante frente a la playa, se cuelan el sonido de una cumbia argentina misógina y una bienvenida brisa del golfo de México.
Masticando cada palabra, me cuenta su historia, que como la de muchos otros de por aquí, involucra avistamientos de objetos voladores no identificados.
En 1933, cuando los huracanes todavía no tenían nombre, uno de categoría 5 golpeó a Tampico, la ciudad donde nació, ubicada tan cerca de Ciudad Madero que apenas se distinguen la una de la otra.
El restaurante de su padre no sobrevivió. Construyeron otro.
Pero en 1955, el huracán Hilda, que inundó tres cuartas partes de la ciudad y dejó a 20.000 personas sin hogar, lo volvió a tumbar.
«Pienso que en esa época no había extraterrestres, si no, no hubiera ocurrido tanto desastre»,
le dice don Alonso a BBC Mundo.
Los huracanes también llegaron en 1947, 1951 y 1966. Luego dejaron de golpear.
Hay investigadores que opinan que el motivo del desvío es la presencia de corrientes de agua fría en la zona.
Pero en Tampico y Ciudad Madero nadie ignora que existe la creencia de que algo sobrenatural defiende estas tierras.
De brujas y vírgenes
Entre el siglo XIX y los años 70, cuando la gente veía objetos luminosos en el cielo decía que eran brujas.
Pero en 1967 fue erigido un monumento a la Virgen del Carmen, patrona del mar y de los marineros, junto al muelle por el que deben pasar los pescadores cuando dejan atrás el río Pánuco, que divide los estados de Tamaulipas y Veracruz.
Muchos vieron en él la explicación de la desaparición súbita de los huracanes.
Hasta hoy es una tradición que los marineros se persignen ante su estatua y los capitanes hagan sonar la bocina de sus embarcaciones, le explica a BBC Mundo Marco Flores, desde 1995 cronista oficial del gobierno de la ciudad de Tampico.
La teoría marciana llegó un poco después.
Flores cuenta que la trajo un hombre de Ciudad de México que vino a principios de los 70 a Tampico por trabajo y aseguró que más que proteger la ciudad, lo que los extraterrestres que lo habían contactado hacían era resguardar sus base submarinas.
Es algo que también piensa don Alonso.
«No es con el afán de proteger la ciudad, es con el afán de proteger la ciudad donde ellos viven, porque encontraron una forma de poder estar ahí».
Don Alonso vio su primer ovni en 1983: un disco de 60 metros de diámetro con luces amarillentas.
Esto ocurrió en la punta del malecón que sirve para separar el agua verde del Golfo de México del agua achocolatada del río Pánuco.
Ése, dicen los que creen, es el mejor lugar para ver cosas.
Aluminio, hierro y cobre
El punto de encuentro de los «creyentes» solía ser una cafetería en la tienda Walmart, pero a la mujer que la atendía le dejó de gustar que se hablara tanto de ovnis.
Así que los miembros de la Asociación de Investigación Científica OVNI de Tampico encontraron refugio en el restaurante Bambino de Ciudad Madero.
Allí esperan turno para narrar sus experiencias.
En la cabecera de la mesa, Eduardo Anguiano Ortiz, de 83 años, habla sobre el libro que publicó el año pasado, «De Ovnis, Fantasmas y Otros Sucesos Extraordinarios».
Durante tres años recogió más de 100 testimonios.
Incluye el del hijo de un señor que cuatro décadas atrás recibió la «sugerencia» de que en Playa Miramar había que sembrar cada 100 metros varillas de un metro de aluminio, hierro y cobre.
Eso se lo dijeron los extraterrestres. Que esa barrera iba a servir para desviar huracanes.
Anguiano escuchó testimonios y se convenció:
«Dudar de la existencia de los ovnis es no tener inteligencia»,
afirma.
Y muchos concuerdan.
Eva Martínez asegura que los extraterrestres los cuidan por la fuerza magnética que tienen.
Que estén ahí le da paz, dice.
José Luis Cárdenas ha tomado varias fotografías en las que se ven luces de formas extrañas.
Luces que no adornan el cielo al momento de tomarlas, pero luego aparecen en el visor de la cámara.
«Si los seres que nos visitan, no nos han hecho daño, entonces nos están protegiendo, están haciendo algo por nosotros. Y así tenemos que ver las cosas»,
le explica a BBC Mundo.La última vez que un huracán que enfilaba hacia la zona de Tampico se desvió fue en 2013.
Ese año, autoridades locales colocaron el busto de un marciano en Playa Miramar (que fue robado al poco tiempo) y declararon que el último martes de octubre se celebraría el Día del Marciano.
«La explicación que no le podemos dar científica se la damos de manera mágica. La gente de esta región tiene un pensamiento mágico»,
opina Flores, el cronista de Tampico.
«Es un modo de pensar un poco, digamos, simple, explicativo de las cosas, sencillo. Y como es mágico -añade- atrae lo fantástico. La fantasía siempre es más atractiva que la realidad».
«A Dios le gusta Tampico»
En el sofá de la cafetería de Ciudad Madero, Juan Carlos Ramón López Díaz, presidente de la Asociación de Investigación Científica OVNI de Tampico, me dice que cierre los ojos y mantenga la mente tranquila.
Me invita a ver un objeto luminoso al que puedo entrar, si quiero puedo entrar, podemos ir hacia la playa, y ver en la pantalla que nos ponen la ciudad que está debajo, dicen que vamos a regresar, retiran la pantalla, dicen que estemos tranquilos, regresamos, empezamos a bajar.
Detrás de la barra de la cafetería, encienden la licuadora.
Abro los ojos. Pese a la guía de López Díaz no he visto nada.
Afuera, en medio del bullicio de Semana Santa, el vendedor callejero Alberto Fernández me vuelve a recordar que la única teoría de lo que pasa aquí no es la de los ovnis.
«Yo no creo que sean los extraterrestres, es Dios, que nos protege, debe ser Dios que le gusta Tampico»,
me dice.
El sol del atardecer está hecho una bola perfecta amarilla, rosa y naranja. El último barco pesquero deja el mar, cae la noche, es momento de mirar hacia arriba y esperar.