Lo secuestró el empresario norteamericano Samuel Phillips Verner, quien allá por 1904 se aprovechó de la conquista de Congo por parte del rey belga Leopoldo II, y de la consiguiente apertura de la ‘veda’, para dar caza con la ayuda de los traficantes de esclavos a los más vulnerables.
Dijo por entonces, en esa repugnante misión cuyo objetivo era buscar pigmeos para ser exhibidos en la Exposición Universal de Saint Louis, que había rescatado al pigmeo -que pesaba menos de 50 kilos y medía 1,35 metros y que pertenecía a la etnia Batwa que vivía en un bosque ecuatorial cercano al Río Kasai-, del cautiverio de una tribu caníbal que había matado a su esposa e hijos. Mentía.
EN UNA JAULA
El caso es que tras afilarle los dientes, el desventurado Ota Benga acabó siendo exhibido durante dos años en distintas ferias y exhibiciones para, más tarde, ser vendido a los Jardines Zoológicos de Nueva York, que actualmente es el Zoológico de Bronx, donde fue exhibido en una jaula de monos junto a un orangután.
La historia nos la cuenta ahora la periodista Pamela Newkirk en Spectacle: The Astonishing Life of Ota Benga («Espectáculo, la increíble vida de Ota Benga»), publicado por Amistad, en los Estados Unidos.:
«Tenía que dormir junto a un orangután amaestrado, con el que se trenzaba a golpes y hacía de cuenta que hablaba en un lenguaje gutural. Era toda una puesta en escena para entretener al público, ante quien era presentado como el ‘eslabón perdido’, como la prueba de que el «hombre evoluciona del mono».
PRESIÓN Y REPUDIO
La enorme presión ejercida por grupos afroamericanos en repudio del ostensible monumento al racismo que suponía semejante espectáculo, obligó al zoológico a terminar con la exhibición.
Luego pasó por un orfanato y fue adoptado por la poeta Anne Spencer.
Intentaron introducirlo a la fuerza en las costumbres estadounidenses. Lo vistieron con pantalones largos, camisa y saco, y lo inscribieron en un seminario teológico.
Pero Benga no podía adaptarse a esa nueva vida. Angustiado y perdido en el mundo, se suicidó de un disparo en el corazón en marzo de 1916. Tenía apenas 33 años.