La región centroamericana vive una situación límite en cuanto a violencia que está mermando sus economías y minando Estados ya de por sí débiles en su mayoría. El pasado 6 de octubre, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) publicó el primer Estudio Global sobre el Homicidio.
Sobre Centroamérica y el Caribe, afirma que están «cerca de un punto de crisis». Los datos de la ONU indican que Centroamérica y Caribe tienen una tasa de homicidios de 33,3 por cada 100.000 habitantes.
En Europa, esa cifra es 3,5. En Centroamérica, 1 de cada 50 hombres mayores de 20 años morirá antes de alcanzar la edad de 31 años. El estudio cita la cercanía con los centros de producción de drogas como factor de presión.
No es la primera señal de alarma que se produce este mismo año. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo alertó el pasado verano de que el gasto público en seguridad ya está consumiendo el 2,66% del PIB de la región. Solo en 2010, Centroamérica invirtió casi 4.000 millones de dólares en la lucha contra el crimen, con escaso éxito.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), por su parte, asegura que los países centroamericanos asumen unas pérdidas de 6.500 millones de dólares como consecuencia de la violencia, casi un 8% de su PIB. Más del 50% de esa sangría se debe a costes de sanidad.
La situación ha multiplicado los esfuerzos por hallar una solución multilateral a esta plaga, ya que los Estados individualmente no pueden enfrentarse al fenómeno del narcotráfico.
A finales de junio, se celebró en Guatemala la Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de seguridad de Centroamérica. En aquella reunión, los países centroamericanos presentaron una estrategia conjunta de seguridad que obtuvo el apoyo de 60 países y compromisos de ayuda económica por 2.000 millones de dólares.