Se define como «revolucionario profesional», y también por su «total indiferencia» hacia el sufrimiento de las víctimas
Un tribunal francés condenó el jueves al terrorista «Carlos el Chacal» a otra cadena perpetua por los ataques con bomba que dejaron 11 muertos hace casi tres décadas.
El venezolano, de 62 años, cuyo nombre real es Ilich Ramírez Sánchez, ha estado preso en Francia durante casi 20 años cumpliendo una cadena perpetua por un caso separado en el que fue hallado culpable de matar a dos agentes de la policía y a un informante en París en 1975.
Al condenar a una nueva cadena perpetua al marxista y ‘bolivariano’ Ramírez, el tribunal especial sobre terrorismo en París integrada por siete magistrados dijo que él debería cumplir un mínimo de 18 años en prisión.
El veredicto podría retrasar la fecha en la que pueda optar a la libertad condicional, actualmente prevista para el 2012. Los abogados de la defensa dijeron que la decisión era un escándalo y afirmaron que su cliente presentaría una apelación.
Ramírez fue acusado de orquestar cuatro ataques separados en Francia contra dos trenes, una estación de ferrocarril y una calle de París en los que murieron 11 personas y cerca de 200 resultaron heridas.
Los fiscales dijeron que los ataques con bomba fueron su respuesta a la detención por parte de la policía de dos miembros de su banda, incluida su amante, y afirmaron que el detenido sigue siendo un peligro para el público.
Anteriormente el jueves, Ramírez -alguna vez uno de los criminales internacionales más buscados del mundo- se dirigió a la corte en un monólogo de cinco horas, en el que a veces divagó, fue virulento y se consideró un «mártir viviente», defendiendo su inocencia.
Ramírez, un autoproclamado «pistolero de elite», pareció resignado a un veredicto de culpabilidad. La muerte en prisión, dijo en un momento, «es el papel de un revolucionario».
«Estoy en prisión (…) condenado en un caso decidido previamente», dijo al tribunal, aumentando el volumen de su voz.
Ramírez, una pintoresca figura reconocido en lo más alto de su fama por su boina, lentes de sol y puros de La Habana al estilo del Che Guevara, consolidó su notoriedad en una sangrienta toma de rehenes de ministros de la OPEP en 1975.
Durante la Guerra Fría recibió el apoyo de países del bloque soviético y Oriente Próximo, realizando ataques por toda Europa durante más de dos décadas antes de ser capturado en Sudán en 1994.
Durante el juicio de seis semanas, Ramírez pareció más un maestro de ceremonias que un acusado, hablando por altavoces, interrumpiendo a los jueces y corrigiendo a los abogados desde el lugar del acusado, rodeado por rejas.
Negó cualquier participación específica en los cuatro ataques con bomba de 1982 y 1983 contra una calle de París, dos trenes y una estación de ferrocarriles de Marsella en los que murieron 11 personas y cerca de 200 resultaron heridas.
Los fiscales dijeron que los ataques con bomba fueron la respuesta de Ramírez a la detención por parte de la policía de dos miembros de su grupo, incluida su amante. «No hay nada (…) que me conecte con estos cuatro ataques», dijo al tribunal, formando un cero con su pulgar e índice.
Como un narrador de cuentos moderno, Ramírez enlazó historia tras historia, a veces sonriendo y otras con nostalgia recordando a su ex camaradas, en momentos criticando furiosamente al sistema.
Su incansable narración tocó una variedad de temas, desde la vida en prisión a la estrategia de los sionistas, pasaportes soviéticos, el Estado francés, el hachís y la pena de muerte.
Ramírez se quebró y su poderosa voz tembló cuando, al final de su discurso, leyó lo que dijo era la última voluntad del difunto ex líder libio Muamar el Gadafi.
«Continuaré la lucha», leyó desde un texto, antes de quebrarse abrumado por la emoción. Un grupo de cerca de una decena de jóvenes en el público del tribunal elevó sus puños al aire gritando frases para alentar a Ramírez.
«Salam Alaikum», o «que la paz esté contigo», dijo Ramírez, que se convirtió al Islam durante su tiempo en prisión, antes de levantar el puño al aire frente a la multitud.