El Gobierno brasileño anuncia la entrada en vigor, a partir del 2 de abril de 2012, de nuevos requisitos para la entrada de turistas españoles en Brasil
Los medios informativos brasileños convirtieron en nuevo casus belli contra España la denegación de entrada por Barajas de una anciana de Sao Paulo que pretendía visitar a su hija y su yerno en Madrid.
Como cuenta con todo detalle Fernando García en ‘La Vanguardia’, Dionisia Rosa da Silva, de 77 años viajaba acompañada por una nieta y hubo de permanecer en el aeropuerto desde su llegada el lunes 5 de marzo de 2012 hasta su forzoso retorno a Sao Paulo el jueves 8 de marzo.
No pudo entrar en España porque carecía de la carta de invitación necesaria para, a falta de una reserva de hotel, garantizar su alojamiento ante las autoridades.
Las televisiones de Brasil que cubrieron la noticia desde el miércoles destacaron desde el primer momento las múltiples quejas de la señora por el mal trato que según ella estaba recibiendo en las instalaciones de Inmigración de Barajas.
Pero los mismos medios tardaron un día en precisar los motivos legales de la repatriación: tal como indicaron las autoridades diplomáticas y consulares de ambos países, y como los diarios publicaron este viernes, la hija y el yerno de Dionisia no pudieron tramitar la carta de invitación que ésta necesitaba porque ambos residen ilegalmente en España y están pendientes de una orden de expulsión.
«Una anciana es extraditada después de tres días de detención en el aeropuerto de Madrid», titulaba el diario Folha de Sao Paulo en su portada de este viernes. Una foto mostraba a la señora llorando mientras una familiar la abrazaba con fuerza. En páginas interiores, el periódico ofrecía una entrevista con Dionisia:
«Lo que hicieron fue una canallada», era la frase del título.
«Estuve sin comer, sin alimentarme, casi me muero», aseguraba la mujer, si bien más adelante reconocía que le dieron dos comidas diarias.
También aseguró que había tenido que ducharse sin jabón. Y acababa diciendo que «nunca más» volvería a España.
Los televidentes brasileños ya habían oído a Da Silva mientras hablaba por teléfono desde Barajas con su nieta -que salía en la imagen- en una crónica difunda en la noche del miércoles por O Globo y otras cadenas.
A la joven sí se le había permitido reunirse con sus padres en el domicilio de Madrid. En aquellas primeras crónicas, ni las protagonistas ni los informadores explicaban el motivo de la inadmisión de la anciana.
Los lectores conocieron ese motivo este viernes, al tiempo que supieron que las autoridades españolas dieron a la mujer dos opciones para su repatriación: comprar un billete para el primer avión de regreso, o bien esperar al primer vuelo con su compañía para no tener que pagar más gastos.
Ella se decidió por esto último. Y el primer retorno con su compañía, Air China, tocaba el jueves.
El Ministerio brasileño de Exteriores admitió que la actuación de la Inmigración española fue correcta. Según recogía el Correio Braziliense, Dionisia «no fue maltratada y el gobierno español tan solo aplicó las normas de entrada en el país», dijo la cancillería brasileña.
La repercusión mediática del hecho recordó la que hace cuatro años tuvieron varios incidentes similares que acabaron desatando un auténtico conflicto entre los dos países.
Pese a las declaraciones de buena intención de ambos gobiernos, el problema sigue sin resolverse. Brasil acusa a España de dispensar a sus ciudadanos un trato demasiado exigente, a veces injusto.
Madrid niega toda ilegalidad e injusticia y alega que no hace otra cosa que aplicar su legislación y los requisitos del Tratado de Schengen sobre entrada de visitantes extracomunitarios.
Cada vez que uno de los suyos es rechazado en Barajas en circunstancias llamativas, los medios de Brasil hacen despliegue. Los sucesos llenan páginas de información y opinión, a menudo con hincapié en las condiciones supuestamente infrahumanas de las instalaciones para inmigrantes retenidos en Barajas.
Unas instalaciones visitadas y aprobadas más de una vez por funcionarios brasileños, según subraya la Embajada española en Brasilia. En ellas, todos los retenidos disponen de cama, dos comidas diarias, agua potable y baños.
Hace unas semanas, el Gobierno brasileño anunció la entrada en vigor, a partir del próximo 2 de abril, de nuevos requisitos para la entrada de turistas españoles en Brasil.
Las condiciones serán idénticas a las que España exige a los ciudadanos de Brasil, pues, según el Ejecutivo de Brasilia, se trata simplemente de una medida de reciprocidad. Eso sí, sólo para los españoles y no para otros ciudadanos europeos.
En la práctica, las nuevas exigencias dificultarán la vida a los jóvenes profesionales que cada día llegan desde España al país sudamericano en búsqueda de empleo.
En un primer momento, y con la excepción de los becarios y ejecutivos que llegan con el visado y demás papeles previamente cumplimentados en origen, todos esos jóvenes empiezan su búsqueda con la documentación de simple turista.
A partir de abril, la policía brasileña podrá exigirles reserva de hotel o carta de invitación, así como prueba de que disponen de al menos 80 euros por cada día de estancia para asegurar su mantenimiento. Y al menor indicio de que se proponen ejercer alguna actividad laboral, lo más probable es que los devuelvan en el próximo vuelo.
A partir de dicho anuncio de medidas retroactivas y del caso Dionisia, las posibilidades de paz se alejan del escenario de esta ya larga guerra bilateral: la guerra de los deportados.