La víctima era esta vez un soldado sirio que, vendados los ojos, es decapitado por el verdugo del Estado Islámico en una plaza pública ante cientos de espectadores (El tiro con un arma octogenaria con el que el britanico mata a un cabecilla del ISIS a 2 kilómetros de distancia).
La rapidez con que le secciona el cuello hace que la muchedumbre entremezcle los gritos de júbilo por la ejecucion con los de enfado, ya que no ha durado lo suficiente como para poder ‘disfrutar’ del espectáculo.
Tras agarrar la cabeza con una mano el matarife la deposita en la espalda del cádaver, a la vieja usanza.