UNA TORTURA MEDIEVAL HACE ESTRAGOS: "ES MÁS DOLOROSO QUE UN PARTO"

El diabólico ‘mordedor’ del DAESH le arranca la piel a las mujeres que enseñan ‘de más’

Una joven que se olvidó los guantes en casa fue sometida a esta tortura: "El castigo es una pesadilla"

El diabólico 'mordedor' del DAESH le arranca la piel a las mujeres que enseñan 'de más'
Mujeres bajo el yugo del DAESH PD

Tienen que salir con ropas holgadas, calcetines y guantes y, claro está, con la típica vestimenta islámica que les cubre de pies a cabeza. Son las sufridas mujeres que viven en Mosul o Raqqa y otros bastiones del autodenominado Estado Islámico, a quienes no les quitan ojo los yihadistas y la feroz brigada femenina que vigila las calles, para que se cumplan a rajatabla los mandatos de la sharia.

Y las que no lo hacen, enseñando ‘de más’, -léase unas simples manos no cubiertas adecuadamente-, son torturadas  con una herramienta medieval conocida como ‘El Mordedor’.

Con ella arrancan la carne a las mujeres, según publica ahora ‘The Independent‘. Hay testimonios de mujeres que narran el insoportable dolor que provoca este artilugio, como Fátima, una joven de 22 años que logró huir de Irak:

«Mi hermana fue castigada por olvidar sus guantes en casa. Dijo que era más doloros que un parto. El castigo es una pesadilla».

El dichoso aparato es una especie de garra con púas que se utilizó en la Edad Media, para rasgar o triturar los pechos de las mujeres acusadas de adulterio, aborto u otros delitos.

La brigada Al Khansa, adoptó recientemente el instrumento en su afán por imponer su estricta interpretación de la sharia sobre la mujer en Raqqa.

Una mujer que le dio el pecho a su hijo en la estación de autobuses de la ciudad gritó de dolor cuando militantes de Al Khansa utilizaron el dispositivo contra ella, mientras que una segunda mujer, de 24 años, dijo que fue torturada:

«Me detuvieron y me llevaron a la sala de torturas. Me pidieron que eligiera entre un látigo y un mordedor. Yo no sabía lo que era un mordedor y me pareció que era más suave. Yo tenía miedo del látigo, por eso opté por el mordedor».

«Entonces trajeron un objeto afilado que tenía un montón de dientes y el atacante me abrazó y lo colocó en mi pecho, presionando con fuerza. Grité de dolor. Más tarde me llevaron al hospital. Sentí entonces que mi feminidad había sido destruida por completo».

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