Cuba refleja sus preocupaciones sobre la permanencia de Chávez en el poder, al gestionar nuevos padrinos que apuntalen la cada vez más desvencijada economía de la Isla.
Las dudas sobre la fortaleza del chavismo existen en Cuba desde hace tiempo. Las historias de los expertos cubanos al regreso asombran por el nivel de desorden existente en Venezuela. El propio Gobierno cubano desde hace tiempo refleja sus preocupaciones sobre la permanencia de Chávez en el poder, al gestionar nuevos padrinos que apuntalen la cada vez más desvencijada economía de la Isla.
Así, se negocia con China, Rusia, Brasil, Angola y otras naciones en previsión de que pudiera caerse repentinamente la «colaboración» venezolana y renovarse con mucha más fuerza el Período Especial, comenzado con la desaparición de la Unión Soviética y otros regímenes «socialistas» de Europa del Este. Todo parece indicar que las gestiones realizadas por el presidente Raúl Castro no han dado los resultados apetecidos, en un mundo donde los intereses económicos han desplazado a las relaciones basadas en concepciones políticas e ideológicas. Mucho más cuando Cuba se encuentra en un deplorable estado, su credibilidad económica es nula y, ahora, con la incertidumbre venezolana, la bancarrota flota en el ambiente.
La situación de Chávez era ya incierta con vista a las elecciones de diciembre de 2012, pues aun con los enormes ingresos petroleros, por la incapacidad administrativa presente, la economía no logra encaminarse adecuadamente. Durante dos años consecutivos (2009/2010) el PIB disminuyó, y quizás en el presente año se incremente modestamente, constituyendo un caso de retroceso posiblemente único en América Latina. A su vez, persiste una inflación que ronda el 30 %, y en este rico país petrolero desde hace tiempo son frecuentes los cortes de electricidad, sumados al crónico desabastecimiento de productos alimenticios básicos. Todo unido a la incontrolable violencia, que produce numerosas muertes los fines de semana en pueblos y ciudades, sobre todo en Caracas. A todo este cuadro se suma ahora la enfermedad del presidente Chávez, diagnosticado con un cáncer, descubierto sorprendentemente en su reciente visita a La Habana, donde fue operado en dos oportunidades para extraerle el tumor maligno, según él mismo ha contado.
El chavismo, como muchos regímenes caudillistas, está basado en la personalidad del jefe, máxime en el caso venezolano, donde el resto de los dirigentes no han sido más que simples marionetas del auto titulado líder bolivariano. Todo aquel que intentó una postura independiente, fue destituido e incluso en ocasiones amenazado de ir a la cárcel, lo cual ha provocado que muchos hayan tenido que exilarse. Por ello, un chavismo sin Chávez es impensable y, desaparecido él o disminuida sensiblemente su capacidad de mando, desaparecerá el populismo chavista con todas sus estrafalarias historias del «Socialismo del Siglo XXI».
Las consecuencias para Cuba por supuesto serían terribles. Hoy resuelve sus necesidades de combustible en más del 50 % con alrededor de 100.000 barriles de petróleo diarios que llegan de Venezuela, pagados en condiciones especiales, que incluyen créditos a 25 años con intereses insignificantes. A ello se agrega el financiamiento de importante obras como la modernización de la refinería de Cienfuegos, la construcción de una planta de ferroníquel en el norte de Holguín, proyecto abandonado por los chinos, y una larga lista de otros proyectos esenciales para el desarrollo de la economía.
Cuba reciproca con el envio de decenas de miles de especialistas, fundamentalmente de la salud, la educación y el deporte, al no tener prácticamente bienes que ofertar, lo cual parece representar una exportación de servicios cercana a los 6.000 millones de dólares anuales, cifra equivalente a la suma de los Ingresos Brutos totales logrados con la exportación de bienes, el turismo y la recepción de remesas, fundamentalmente procedentes de Estados Unidos. Asimismo, eI Ingreso Neto obtenido por los servicios a Venezuela, con toda seguridad tiene un nivel de rentabilidad sustantivamente superior a los aportes de la exportación de bienes y el turismo, en gran parte por el alto grado de ineficiencia productiva existente y en la atención a los visitantes extranjeros.
En la actualidad la nación sudamericana es el primer socio en el comercio de bienes, en especial por el suministro de petróleo a Cuba. En 2009 el intercambio entre los dos países representó para La Mayor de las Antillas el 26,6 % de total de su comercio de mercancías, mientras importó de Venezuela el 29,2 % de todos los productos recibidos. El déficit cubano en el comercio de bienes con Caracas fue de 2,1 miles de millones de dólares en 2009, el 35 % de su saldo negativo global.
Estas cifras muestran que de terminar abruptamente la cooperación con Venezuela las consecuencias para Cuba serían desastrosas; peores que el impacto sufrido cuando se perdieron las subvenciones procedentes de la antigua URSS y otras naciones del este europeo. Algunos especialistas niegan que la incidencia en la sociedad cubana sea de tal magnitud. Señalan que el país está mejor preparado para recibir una eventualidad de ese tipo que al inicio de la década de 1990. Alegan que ahora existe una actividad turística sólida, llegan remesas, la extracción nacional de petróleo y gas satisface cerca del 50 % del consumo doméstico y la producción de níquel, aunque estancada, es algo más de 70.000 toneladas, manteniéndose como el único rubro exportable importante.
Aunque debido a la debacle originada por el fin de las subvenciones al inicio de los noventa, el régimen estuvo obligado a desarrollar el turismo, promover la llegada de las remesas y permitir la inversión extranjera en actividades estratégicas como el níquel y la extracción de petróleo y gas, lo cual posibilitó determinados avances productivos, no es menos cierto que el país después de más de veinte años permanece inmerso en el Periodo Especial. En estas condiciones la pérdida de la «colaboración» venezolana tendría efectos desastrosos; sería una crisis sobre otra crisis, cuando todavía la economía no se ha recuperado y su dependencia del exterior ha crecido considerablemente, incluso, como han apuntado profesores de la Universidad de la Habana, a niveles superiores a los existentes con anterioridad a 1959.
Desde los inicios de los noventa actúa un proceso de descapitalización, debido a que las inversiones realizadas son insuficientes, no ya para desarrollar y modernizar el país, sino para sustituir los medios básicos consumidos, situación agravada por la falta generalizada de mantenimiento. Un escenario que podría calificarse de autofagia acelerada de la infraestructura y los recursos productivos y de servicios nacionales.
Así resulta difícil ver maquinaria agrícola en los campos, sustituida por el trabajo de los bueyes, una de las razones de la baja productividad y que se importe el 80 % de los alimentos, incluidos café y azúcar. La industria manufacturera por su volumen físico de producción estaba a fines del 2010 al 43 % del nivel alcanzado en 1989, con la Industria Azucarera al 10,9 %. Otros sectores económicos como la construcción y el transporte se encuentran en similares condiciones, distantes de las cotas de actividad presentes en 1989. Hoy en las ciudades del interior los ciudadanos se transportan fundamentalmente por medio de carretones tirados por caballos, en una involución sin escala al pasado.
Ni que decir del nivel de vida en un país con pensiones y salarios medios mensuales equivalentes a 10 y 18 dólares en 2010, respectivamente, calculados según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas. Una debacle a la cual no escapan servicios que tuvieron ciertos avances hasta el comienzo del Periodo Especial, como la Educación y la Salud Pública hoy también impactados por la crisis y la carencia de sustentación económica.
Los problemas acumulados que enfrenta en la actualidad la sociedad cubana son considerablemente superiores a los existentes al inicio de los noventa, no solo los de carácter económico. Existen situaciones muy difíciles en la protección del medio ambiente, la demografía y la creciente pérdida de valores éticos. De hecho, paralelamente con la descapitalización física del país, desde hace años transcurre un proceso similar en el aspecto humano, que incluye la degradación moral de amplios sectores poblacionales, con un constante éxodo al exterior en particular de jóvenes y profesionales.
Por otra parte no puede soslayarse que la situación política es sumamente delicada. La desesperación y la decepción son enormes, sobre todo en la juventud carente de esperanza sobre la llegada de un futuro mejor. Las generaciones participantes en el proceso revolucionario desaparecen paulatinamente y las nuevas, sin compromiso con el pasado, se encuentran en un ambiente de destrucción y sin garantías para lograr una vida mejor. Los líderes que ayer movilizaron multitudes, hoy son vistos con escepticismo después de tantas promesas incumplidas, y solo son símbolos vivos de un inmenso fracaso.
Como puede apreciarse, en caso de romperse el vínculo con Venezuela los resultados podrían ser peores a los ocurridos con la pérdida de la subvención del este de Europa. Incluso habría que preguntarse con qué petróleo se generaría la energía eléctrica, lo cual haría casi imposible la actividad turística y la producción niquelífera actual, ahora que el combustible tiene precios astronómicos.
La amenaza de la ruptura del cordón umbilical es real. Frente a eso, únicamente cabe una opción: acelerar los cambios radicales imprescindibles, para la sustitución de un modelo económico, político y social que ha conducido al desastre. Hay que abandonar los viejos prejuicios contra la propiedad privada y el mercado, a fin de incentivar la iniciativa individual, lo cual en modo alguno significa que no exista participación pública, como en otros países, para que ambas fuerzas impulsen la nación. A esto se debe agregar el establecimiento de puentes para que nuestros hermanos en el exterior puedan participar, con garantías, en la reconstrucción de nuestro destruido país.
Si esto se realiza seria y responsablemente, la economía resurgirá y será el mejor estímulo para promover las inversiones extranjeras. La amenaza de ruptura con Venezuela debe prevenir a los cubanos sobre los serios peligros que atenazan la nación, sólo superables si se abandonan los odios del pasado y se establece un compromiso nacional en aras de la salvación de Cuba. Oscar Espinosa Chepe. La Habana. Cubaencuentro.com