"El Universo" no tiene cómo pagar la indemnización al presidente ecuatoriano

El presidente Correa no busca acallar a la prensa opositora, quiere eliminarla

El fallo judicial obliga al diario a pagarle 28 millones de Euros, pero a Correa le parece insuficiente: ¡quiere el doble!

El presidente Correa no busca acallar a la prensa opositora, quiere eliminarla
El Universo. EFE.

Los directivos de El Universo aseguran que no tienen cómo pagar la indemnización "para cumplir con el fallo tendriamos que entregar el integro de las utilidades de los próximos 38 años"

Brutal. Desproporcionado. «Un ataque a la libertad de expresión». Todos coinciden en condenar el fallo judicial contra los directivos del diario «El Universo» de Ecuador.

Un articulo en contra del presidente del país andino, Rafael Correa provocó la ira de éste y la posterior demanda cuyo fallo judicial obliga a los directivos del periódico a pagar una indemnización de 28 millones de eurosa Correa, y les condena a tres años de cárcel.

Los directivos del periódico, el más importante de Ecuador, aseguran que no tienen cómo pagar la indemnización «para cumplir con el fallo tendriamos que entregar el integro de las utilidades de los próximos 38 años».

Eso a Correa no le importa un comino. Él quiere 52 millones de euros. No se conforma con los 28 que le ha otorgado el juez. Quiere cárcel para los periodistas y para Emilio Pacheco, cuya columna «NO a las mentiras» fue el detonante de la multimillonaria querella judicial que ha remecido los cimientos y busca eliminar a la prensa opositora.

En su lucha contra la prensa en Ecuador, el presidente, ni la Asamblea Nacional (controlada por éste) no quisieron recibir a una delegación de la Sociedad Interamericana de Prensa, que denunció el profundo deterioro de la libertad de expresión en el país.

A continuación el artículo de Emilio Pacheco. Para reflexionar.

«No a las mentiras» Por: Emilio Pacheco

«Esta semana, por segunda ocasión, la Dictadura informó a través de uno de sus voceros que el Dictador está considerando la posibilidad de perdonar a los criminales que se levantaron el 30 de septiembre, por lo que estudia un indulto.

No sé si la propuesta me incluya (según las cadenas dictatoriales, fui uno de los instigadores del golpe); pero de ser así, lo rechazo.

Comprendo que el Dictador (devoto cristiano, hombre de paz) no pierda oportunidad para perdonar a los criminales. Indultó a las mulas del narcotráfico, se compadeció de los asesinos presos en la Penitenciaría del Litoral, les solicitó a los ciudadanos que se dejen robar para que no haya víctimas, cultivó una gran amistad con los invasores de tierras y los convirtió en legisladores, hasta que lo traicionaron. Pero el Ecuador es un Estado laico donde no se permite usar la fe como fundamento jurídico para eximir a los criminales de que paguen sus deudas. Si cometí algún delito, exijo que me lo prueben; de lo contrario, no espero ningún perdón judicial sino las debidas disculpas.

Lo que ocurre en realidad es que el Dictador por fin comprendió (o sus abogados se lo hicieron comprender) que no tiene cómo demostrar el supuesto crimen del 30 de septiembre, ya que todo fue producto de un guión improvisado, en medio del corre-corre, para ocultar la irresponsabilidad del Dictador de irse a meter en un cuartel sublevado, a abrirse la camisa y gritar que lo maten, como todo un luchador de cachacascán que se esfuerza en su show en una carpa de circo de un pueblito olvidado.

A esta altura, todas las «pruebas» para acusar a los «golpistas» se han deshilvanado:

El Dictador reconoce que la pésima idea de ir al Regimiento Quito e ingresar a la fuerza fue suya. Pero entonces nadie pudo prepararse para asesinarlo ya que nadie lo esperaba.

El Dictador jura que el exdirector del Hospital de la Policía cerró las puertas para impedir su ingreso. Pero entonces tampoco allí hubo ningún complot porque ni siquiera deseaban verle la cara.

Las balas que asesinaron a los policías desaparecieron, pero no en las oficinas de Fidel Araujo sino en un recinto resguardado por fuerzas leales a la Dictadura.

Para mostrar que el 30 de septiembre no usaba un chaleco blindado, Araujo se colocó uno delante de sus jueces y luego se puso la misma camiseta que llevaba ese día. Sus acusadores tuvieron que sonrojarse ante la palpable demostración de que los chalecos blindados simplemente no se pueden ocultar.

Podría seguir pero el espacio no me lo permite. Sin embargo, ya que el Dictador entendió que debe retroceder con su cuento de fantasmas, le ofrezco una salida: no es el indulto lo que debe tramitar sino la amnistía en la Asamblea Nacional.

La amnistía no es perdón, es olvido jurídico. Implicaría, si se la resuelve, que la sociedad llegó a la conclusión de que el 30 de septiembre se cometieron demasiadas estupideces, de parte y parte, y que sería injusto condenar a unos y premiar a otros.

¿Por qué el Dictador sí pudo proponer la amnistía para los «pelucones» Gustavo Noboa y Alberto Dahik, pero en cambio quiere indultar a los «cholos» policías?

El Dictador debería recordar, por último, y esto es muy importante, que con el indulto, en el futuro, un nuevo presidente, quizás enemigo suyo, podría llevarlo ante una corte penal por haber ordenado fuego a discreción y sin previo aviso contra un hospital lleno de civiles y gente inocente.

Los crímenes de lesa humanidad, que no lo olvide, no prescriben»

 

 

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Autor

Emilio González

Emilio González, profesor de economía española, europea y mundial en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid.

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