Un país que respete su dignidad tiene que proteger con el mismo esmero la vida y la libertad de los policías y soldados que la vida y la libertad de los civiles
La muerte del padre de Álvaro Uribe Vélez a manos de la narcoguerrilla de las FARC, cuando se resistía a ser secuestrado de su casa de Guacharacas, cambió radicalmente su vida.
Vendió entonces todas sus propiedades agrarias y se embarcó en una carrera política que arrancó convirtiéndose primero en alcalde de Medellín y años después en presidente.
Las FARC celebraron la investidura del hombre que les había prometido una «lucha implacable» con un ataque a la Cámara de Representantes que provocó 19 muertos.
Pero Uribe no flaqueó, descabezó varias veces a la guerrilla, metió a un ejército profesional hasta el tuétano de la selva y desafió al propio Hugo Chávez, al que acusó de dar cobijo a las FARC en la zona fronteriza entre Venezuela y Colombia.
«Cuando los Gobiernos crean expectativas de negociar con terroristas, abren posibilidades a la legalización de la droga y disminuyen la exigencia para que los países vecinos no protejan a los terroristas, estos sienten alivio y recuperan esperanzas en el triunfo de su crueldad».
Ahora años después de dejar el poder, Álvaro Uribe Vélez sigue viendo la realidad de Colombia con gran nitidez. Respecto al reciente anuncio de las FARC de que no volverían a utilizar el secuestro como arma de extorsión, afirma que es «engañoso».
«Tienen en su poder centenares de secuestrados que no han regresado a su libertad; así como estuvo secuestrada Ingrid Betancurt, hay muchos civiles que han sido secuestrados por política y no por extorsión; hoy los terroristas FARC más que al secuestro apelan a la extorsión que cobran con asesinatos, carros bomba y explosivos».
Uribe cree que esta estrategia de la guerrilla pretende autorizar implícitamente el derecho de secuestrar policías y soldados.
«Un país que respete su dignidad tiene que proteger con el mismo esmero la vida y la libertad de los policías y soldados que la vida y la libertad de los civiles».
Uribe lo tiene claro, sólo existe una vía para acabar con el terrorismo:
«El camino es uno: desarticularlos, lo cual significa enfrentarlos con toda autoridad, promover la reintegración sin amnistías ni indultos a delitos atroces y evitar nuevos reclutamientos con políticas sociales».
NOTA.- leer original en ‘La Gaceta‘.