Vargas Llosa: «El amor ya no es romántico»

Vargas Llosa: "El amor ya no es romántico"

(Máximo Esperanza, Periodista Latino).- Triste pero tal vez acertada conclusión, por lo menos para tenerla en cuenta viniendo de quien viene. Son palabras de Mario Vargas Llosa al comentar su última novela “Travesuras de la niña mala”. Lo hizo durante una entrevista de Xavi Ayén que publica Clarín. Pasen, que es un placer.

A sus 70 años, el escritor peruano Mario Vargas Llosa indaga en su memoria con esta nueva novela, dejando al descubierto un hombre dulce, niño y casi ingenuo.

En la entrevista publicada por Clarín, su autor, Xavi Ayén asegura que «Es difícil no entusiasmarse ante la lectura» de la nueva creación de uno de los escritores contemporáneos más importante.

“Travesuras de la niña mala” (Alfaguara) es un viaje por una Lima de los años 50 hasta el Madrid de los 80”, asegura Ayén, ante lo que Vargas Llosa reflexiona: ¿Quién iba a pensar que, unas décadas más tarde, toda Europa vendría a corromperse a Madrid?

Esta es parte de la entrevista.Quien la lea tal vez le deje una inagotable sed de lectura sobre la última obra de Vargas Llosa:

¿Qué hace usted escribiendo de amor?

– ¡El tema más recurrente de la literatura! y, por tanto, el más difícil de abordar con originalidad. Quería una historia de amor moderna, no condicionada por la retórica del amor romántico, decimonónico, que todavía pesa tanto en nuestros días. El amor, las costumbres y la moral han cambiado tanto que hay que hablar de él de otra manera. Pero espero que esta relación intermitente de 40 años entre Ricardo Somocurcio y la niña mala sea algo más que una historia de amor, porque mi idea de la novela es totalizadora: debe reflejar la experiencia humana completa. Con solo amor o erotismo, se produce una sensación de irrealidad, y yo soy un escritor realista.

Se lee con una sonrisa casi permanente.

– Y, sin embargo, es una historia desgarrada, narrada por alguien que conoce las experiencias más exultantes de su vida gracias a ese amor, pero también sufre y pasa terribles frustraciones. Todo eso exigía ser contado con todo un abanico de humores: el sentimiento, el deseo, pero también el humor y el ridículo. El amor es una experiencia muy completa en la que intervienen todos los estados de ánimo. Al mismo tiempo, la he escrito con nostalgia porque evoco ciudades donde he vivido, épocas que transité, y he recordado los entusiasmos y desgarros de la experiencia amorosa.

Vayamos por partes: ¿cómo fue el París de los 60?

– Reinaba el mito de la utopía social, de la revolución, el Che y Fidel eran dioses, la lucha armada era el santo y seña de la liberación de los pueblos… Y, para los muchachos que teníamos sensibilidad, era una meca, la capital mundial de la cultura y las artes.

Pero, en los 70, usted explica que París cede el cetro de la modernidad a Londres y la revolución es sustituida por el sexo, las drogas y el rock and roll.

– Yo viví en Earl´s Court, igual que el protagonista de mi novela, el corazón del swinging London, el barrio hippy por excelencia. Londres crea una nueva sensibilidad, no solamente en el atuendo o la importancia que adquiere la música, sino en la cultura de las drogas – mitificadas como método de expansión de la sensibilidad-, la salida del ropero de los homosexuales… Eso tendrá una enorme secuela, y empezó así, como una curiosidad un poco estrafalaria de jóvenes marginales.

¿Pero usted llegó a ser hippy?

– Yo no. Yo lo vi desde un costado, abría la ventana y todo aquello se metía en mi casa. Era muy disciplinado con mi trabajo y no iba con mi manera de ser, pero lo veía con mucha simpatía. Era una revolución benigna, alegre, pacifista y llena de estética. Aunque los hippies no leían, hacían de su vida un arte. Fue algo muy eficaz. Muchos amigos se quedaron en el camino por las drogas y el sida, pero no lo juzgo. Soy un liberal, y respeto que cada uno haga su vida como le parezca. Todos aquellos cambios han quedado, a diferencia de otras revoluciones planificadas.

¿Y el Madrid de los 80?

– La transformación española es la mayor que me ha tocado vivir. Llegué aquí como estudiante a finales de los 50, y esta era una sociedad anclada en el pasado, atascada, en la que la gente se metía con una mujer si ésta osaba salir a la calle con tejanos. ¿Quién iba a pensar que, unas décadas más tarde, toda Europa vendría a corromperse a Madrid?

La niña mala es realmente muy mala con el pobre Ricardo…

– Es una chica libre que usa las armas que tiene para sobrevivir. Yo no la juzgo, procede de una jungla que la ha endurecido. El origen es una historia que me ocurrió cuando niño: llegaron a Miraflores dos muchachitas diciendo que eran chilenas, pero en realidad eran limeñas de un barrio pobre que se disfrazaron de chilenas para ser aceptadas. Se me quedó grabada, con cólera y tristeza, esa imagen de la terrible fuerza de los prejuicios sociales.

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