Se inicia la caída del líder

Felipe Valdés, Periodista Latino.- Las peripecias vividas por el candidato a la presidencia mexicana, Manuel López Obrador han inspirado todo tipo de columnas de opinión en los medios. Este sábado aparecía publicada una de ellas en el portal Yucatán.com.mx. Directa y demoledora. El líder, al que sus adversarios le llaman MALO (Manuel Andrés López Obrador), queda bastante mal parado. Columnas de opinión.-

Bajo el titulo «Se inicia la caída de un líder», el autor de la columna, Carlos Medina, habla del «rostro político más agresivo» de López Obrador. Medina le responsabiliza además de los efectos bursátiles que pueda tener la insistencia en su actitud que cuestiona el reciente proceso electoral mexicano del 2 de julio.

Estima que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife) debe quedar exento de presiones, y garantizar así que se trata de un órgano imparcial.

Esta es la columna:

«Encarcelado en sus propias ambiciones, Manuel Andrés López Obrador (MALO) no sólo insiste en autoproclamarse dueño de la verdad y la ley, sino que persiste en el despropósito de ignorar la voluntad ciudadana, desprestigiar a las autoridades electorales y dividir a la sociedad, con las armas de la insidia, la mentira y el enfrentamiento.

En aras de un triunfo obsesivo, López Obrador ha evadido la responsabilidad de presentar pruebas de sus alegatos, llegando al extremo de acusar de corruptos a ciudadanos comunes, como Juan Gilberto Castro, presidente de la casilla 2227 instalada en Cerro Gordo, y hasta a sus propios representantes de casillas, como a Juliana Barrón, representante de la coalición Por el Bien de Todos en la misma casilla.

Al apuntar su dedo flamígero contra los simpatizantes a su causa empieza a desmontar las bases de su liderazgo. Aunque es previsible que sus operadores busquen convertir la sesión informativa de este domingo en una postal de espontánea movilización ciudadana, los errores y excesos autoritarios de MALO empiezan a diluir la popularidad indestructible que antes presumió.

Es obvio que el descarado propósito de polarizar a la sociedad, la exaltación de los ánimos y la pretensión de convertir al Distrito Federal en la punta de lanza de un movimiento desestabilizador, afectarán el equilibrio político, social y económico de México.

Al final de cuentas, una buena parte de los 40 millones de mexicanos que se abstuvieron de participar en los comicios del 2 de julio y otro tanto de los electores independientes que no votaron por él no hallaron en López Obrador sensatez, responsabilidad ni respeto a la ley, características indispensables en un hombre de Estado.

En lugar de la imagen del estadista, MALO mostró el rostro del político agresivo, el que insulta a los adversarios, desacredita a las instituciones y amedrenta a los árbitros. Lo hizo con el Presidente de la República, con el Congreso de la Unión, con la Suprema Corte de Justicia. Ahora, el enemigo es el IFE y mañana lo será el Tribunal Electoral.

Aunque la fortaleza de la economía ha permitido mantener el equilibrio de las finanzas nacionales, es natural que los mercados bursátiles y los grados de inversión, que otorgan las calificadoras internacionales, resientan los efectos de la imprudente necedad de quien está dispuesto a destruir instituciones con tal de obtener un triunfo que, de acuerdo con el cómputo del Instituto Federal Electoral (IFE), no ganó en las urnas.

Ahora que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife) tiene en sus manos la calificación de la elección presidencial del domingo 2 de julio resulta indispensable que dicha instancia garantice que las impugnaciones y los reclamos de los partidos políticos sean resueltos con imparcialidad.

A todos —partidos, candidatos y ciudadanos— conviene que las autoridades electas asuman su cargo con toda legitimidad. Es por ello que el Trife deberá hacer caso omiso a las presiones, chantajes y descalificaciones de quienes prefieren las concentraciones de masas, por encima de las razones jurídicas.

Independientemente del tamaño de los contingentes, la virulencia de las proclamas y la agresividad que se refleje en las pancartas que desfilen por el Zócalo de la ciudad de México, el Tribunal Electoral deberá valorar las impugnaciones presentadas con objetividad, serenidad y responsabilidad».

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