La EPA sólo recoge datos de extranjeros con nacionalidad española o cuya permanencia es o va a ser igual o superior al año
Es el comienzo de un éxodo que vuelve a situar en el centro de la diana la profundidad que está tomando el desempleo en España. Entre enero y septiembre, 289.953 residentes de origen extranjero han abandonado el país, un 20% más de los que lo hicieron en el conjunto de 2008.
Las principales asociaciones de inmigrantes achacan el fenómeno a la delicada situación económica, que ha acabado por empujar a muchos de los indecisos a regresar a sus países de origen, agobiados por las escasas probabilidades de encontrar un empleo.
La medición de los flujos migratorios es especialmente compleja, si bien el Instituto Nacional de Estadística (INE), para adecuarse a los requerimientos de la oficina comunitaria Eurostat, comenzó en 2007 a publicar estimaciones de población revisadas mensualmente para controlar mejor los movimientos de las personas con origen o destino en la península.
El resultado: la diferencia entre los inmigrantes que entran a España y los que se van cada vez es más pequeña, hasta el punto de que el saldo migratorio actual -la resta entre las llegadas y las salidas- es de 56.000 personas.
DESBANDADA MASIVA
La desbandada de extranjeros que reflejan las cifras oficiales no es baladí, puesto que la Encuesta de Población Activa (EPA) sólo recoge datos de extranjeros con nacionalidad española o cuya permanencia es o va a ser igual o superior al año. A partir de ahí, se calculan los porcentajes de parados, trabajadores, inactivos, estudiantes etc.
Precisamente, el ex ministro Pedro Solbes previó en el Plan Estadístico Nacional 2009-2012 (publicado en el BOE a finales del pasado año) la necesidad de ajustar la EPA a los vaivenes de la población.
Ese decreto ordena «mantener permanentemente la proyección de población que sirve de base para la obtención de factores de elevación». O, traducido a un lenguaje menos técnico, «dado que las personas que participan en la EPA representan a toda la población, a cada persona se le ha de asignar un factor de elevación que indica a cuántos sujetos representa», definición que aporta el propio INE.
La polémica viene no tanto porque el INE no tenga buenas mediciones de la población, sino porque no se han revisado esos factores de elevación. Si así se hiciera, reseñan los analistas, «los inmigrantes que están empezando a mudarse de España ganarían peso en los resultados finales de la EPA».
SIMILAR CON EL NÚMERO DE PARADOS
El fenómeno es similar, además, con el de los parados que no buscan empleo por las expectativas de no poder encontrarlo, a los que la EPA clasifica en el subgrupo de «desanimados», dentro del grupo de los inactivos, que no desempleados.
En mitad de esta polvareda de números, el INE defiende que la EPA «se actualiza tomando como referencia las estimaciones de la población» mensuales antes citadas, que pretenden reflejar al milímetro los movimientos de los trabajadores foráneos y nacionales. Pero lo cierto es que a día de hoy no ha comunicado formalmente ningún cambio en la ponderación de los perfiles de grupos de personas que toma como referencia para elaborar su encuesta laboral. Sí lo hizo en 2001 y 2005.
Entonces, la preocupación de los técnicos era reflejar el impacto del boom de la inmigración en España, que durante años ha estado creciendo al albur de la construcción y la hostelería.
Tras estas revisiones, hubo cambios notables: la población activa aumentó un 2,5% en el conjunto del país, con Madrid, Cataluña, Valencia y Canarias, como era de esperar, a la cabeza.
Entre las múltiples tareas que dejó Solbes figura la de ofrecer previsiones mensuales de paro y empleo (actualmente el antiguo Inem ofrece registros de desempleados mes tras mes, pero no estimaciones).
(Agencias)