Rivera trabajó 30 años en las minas con un horario rígido. "Ahora escribo a la hora que se me para el lápiz", a veces hasta 14 horas de seguido
El escritor chileno Hernán Rivera Letelier, premio Alfaguara 2010, consideró que César Vallejo es el poeta «por antonomasia de la lengua hispana», a quien relee «todo el tiempo».
Indicó que cuando se inició en el oficio de narrador leía mucho a otro peruano como es José María Arguedas, quien, sostuvo, lo impresionaba.
«Alguien que me impresiona y lo releo todo el tiempo es César Vallejo, creo que es el poeta por antonomasia de la lengua hispana; un ‘poetazo’, que revolucionó nuestro idioma.»
Rivera dijo que con (César) Vallejo cada vez que lo vuelve a leer encuentra «sensaciones nuevas» y, agregó, además que «es la fuerza de la palabra».
Asimismo, refiere que también relee a los escritores del denominado «boom latinoamericano», de quienes dice que «nadie ha vuelto a escribir lo que escribieron en esas dos décadas, de 1960 y 1970».
Premio
El premio de la novela Alfaguara 2010 lo ha sacado de la tranquilidad del desierto y las salitreras chilenas de Antofagasta para depositarlo en medio de «una gira diabólica», que lo ha llevado, por ejemplo, a dar más de 90 entrevistas durante 20 días en España y ahora por América Latina. «Soy un lobo estepario que vive rodeado de la gente que lo quiere», dice.
Pero Rivera Letelier continúa viviendo a hora y media de las salitreras, donde trabajó 30 años de su vida. Su editorial le ha pedido que se mude, pero él no dará su brazo a torcer.
«Yo no pienso irme a Santiago, a Buenos Aires ni a Madrid, porque en el desierto soy feliz, es mi paraíso, ¿por qué tengo que irme? La obra se defiende sola. Vivo tranquilo a mil 200 kilómetros de Santiago, y me evito todas esas peleas de escritores.»
En El arte de la resurrección, el surrealista protagonista se llama el Cristo de Elqui. Pero el personaje ya aparecía pregonando en La reina Isabel cantaba rancheras (1994), se había subido a los vagones de Los trenes van al purgatorio (2000) y también en Mi nombre es Malarrosa (2008).
Al verlo por tercera vez metiéndose, Rivera se dijo que era el tiempo de escribirle una novela al Señor Cristo, que fue de carne y hueso y predicó en el desierto chileno durante 22 años para colgar sus túnicas en 1953, cuando Rivera Letelier tenía 3 años de edad, y empezó a escuchar desde entonces muchas historias de este Cristo humano y pobre.
«Para mí fue una fiesta escribir este libro. Me crié en un lugar evangélico, leyendo la Biblia, predicando en la calle con mi viejo. El lenguaje bíblico estaba casi en mis genes. Me sentí como pez en el agua al escribirlo», comenta Rivera. Ahora no cree en Dios ni en ninguna religión. «Pero digo que Dios cree en mí y me quiere mucho.»
Escenarios
La pampa y el desierto chilenos le siguen entregando historias y tiene que escribirlas. Aunque en su país un par de críticos siempre le fustigan, «otra vez sobre el desierto», pero «el desierto es mi Macondo, mi Comala, mi Santa María», repite esa frase que se ha convertido en casi un manifiesto durante esta gira de la novela.
«Es lamentable porque (los escritores chilenos) no saben lo que se pierden, voy a morir y van a sobrar historias del desierto para escribir; pero también es bueno, porque me queda el desierto para mí solo», suelta una carcajada.
Rivera Letelier se enfila con los que escriben «nada más de lo que les sale de las tripas». «Escribir es como hacer el amor, uno lo hace cuando tiene ganas, deseos. Ahora si te imponen un horario, al final se convierte en una rutina y el placer se va a la cresta.»
Blogs
«La tecnología todavía no va conmigo. Uso mi computadora, que es de última generación, como máquina de escribir. La tecnología aún no me seduce. Para hallar algo bueno hay que buscar mucho en internet, en los blogs. Hay millones de blogs y creo que un ínfimo 0.01 por ciento vale la pena; el resto es basura.»
Rivera trabajó 30 años en las minas con un horario rígido. «Ahora escribo a la hora que se me para el lápiz», a veces hasta 14 horas de seguido.