Bella está segura de que los quince mil clientes que tuvo a lo largo de su vida prostibularia la recordarán con gratitud el día de las elecciones
De heroína de «El Trocadero», uno de los más grandes prostíbulos de Lima, a Madre de la Patria. La ex meretriz Rocío Valle, «Bella», como se hace llamar, ha emprendido lo que asegura será una fulgurante carrera hacia el Congreso de la República del Perú, apoyada por el Movimiento Nuevo Callao. Según declaró al diario La República de Lima, ella afirma que luchar por los derechos de las trabajadoras sexuales esclavizadas es su principal promesa de campaña. Los incrédulos ensayan una sonrisa torcida cada vez que la escuchan sin mayor atención.
Pero, cuidado, Bella está segura de que los quince mil clientes que tuvo a lo largo de su vida prostibularia la recordarán con gratitud el día de las elecciones. La campaña, literalmente, se calienta.Va embalada. Faltan siete meses para las elecciones generales, pero Bella -acaso la meretriz más conocida del Perú- ya comenzó su campaña al Congreso.
-¿Cuál es el principal problema de una prostituta en el Perú?
-El proxenetismo. Antes había proxenetismo, pero no como ahora, y los proxenetas mantienen a las chicas en estado de esclavitud. Traen chicas menores de edad de la selva o de otros países como Bolivia, Colombia o Ecuador y les sacan papeles como si fueran mayores de edad. Yo he visto cómo las tienen encerradas en un cuarto y las sacan solo para bañarse y para trabajar.
-Y de todo el dinero de la jornada les dan un porcentaje mínimo…
-No, todo el dinero se lo lleva el proxeneta. Ellas pueden hacer 700 soles en un día, porque son jóvenes, pero lo tienen que entregar todo. Como vienen de familias muy pobres se contentan con ropa y comida. El proxeneta puede tener cinco, ocho, diez carritos -carritos se les llama a las mujeres- y está siempre rondando. Si la chica se demora con un cliente, le tumba la puerta. Si no accede a lo que él requiere, la maltrata sexualmente o la golpea con una toalla mojada para que no queden marcas.
-¿Alguna ha podido liberarse?
-Sí, el día de la huelga una chica aprovechó, digamos, el pánico, me abrazó y me dijo: «Bella, sácame de aquí, por favor, me voy contigo», y yo me la llevé. Entonces, trabajamos las dos por nuestra cuenta porque a mí me habían sacado de El Trocadero. Pero esta chica había salido embarazada hacía un mes y el proxeneta la obligó a abortar con pastillas. Un día le vino una hemorragia y la llevé de emergencia al hospital Carrión. La placenta de hace un mes se le había quedado dentro. Imagínate las condiciones en que la tenían. Y no tenía plata; yo pensé que se moría.
-Ahora tienes un grupo que ayuda a trabajadoras sexuales y rescatas a chicas explotadas. ¿Tienes vocación de luchadora social?
-Soy asociada de la organización Santa Micaela. Vamos a lugares donde hay menores y las tratamos de convencer. Hemos rescatado treinta chicas en ocho años de labor. Yo les hablo: «¿No te gustaría ser como yo, salir adelante, que tu carro te esté esperando y no ser maltratada ni depender de un hombre?». El bicho de la política ya me picó. Se pueden lograr más cosas desde allí.
-¿Como cuáles? ¿Qué vas a hacer si llegas al Congreso?
-Quiero trabajar contra el proxenetismo y la discriminación y también luchar por nuestros derechos sociales. Una paga en El Trocadero 30 soles por habitación. La propuesta es que de ese monto podrían descontarnos un porcentaje para tener un seguro de salud o también por concepto de jubilación, para que no boten a las chicas así por así, como lo hicieron conmigo.
-¿Por qué te expulsaron de El Trocadero?
-Por reclamona, porque comienzo a reclamar los derechos de mis compañeras.
-Y porque encabezaste la huelga contra las extranjeras. Decías que les ‘malean’ la plaza.
-El problema en El Trocadero se tergiversó. Se trata en realidad de un problema de salud pública. Nosotras tenemos revisiones periódicas de VIH. Si hay una chica infectada se le retira el carné y ya no puede trabajar. A las extranjeras no, porque trabajan ilegales, sin carné, vienen tres meses y se van. Podrían contagiar a nuestros clientes porque se dejan hacer todo. Sí, ‘malean’ la plaza.
-¿Cómo va a ser tu campaña? ¿Te pegarás un número en el trasero como Susy Díaz?
-¡Nada que ver! Mostraré un poquito más el escote, quizá, (se abre un poco la blusa) porque todo esto es natural. A la gente le gusta eso.
-Tu campaña empezó hace un mes. Dices que por eso has colgado las tangas. Si eres elegida congresista, ¿las volverás a tomar?
-No, si salgo congresista ya estaré totalmente retirada. Si no Juan Carlos Tobalina (del Movimiento Regional Nuevo Callao) me jala las orejas. Ese ha sido el acuerdo.
-Dices que entraste en el oficio por necesidad. Pero luego hiciste dinero, casa, carro, joyas… ya no tenías la obligación de trabajar de prostituta y sin embargo seguiste. ¿Por qué?
-Porque quería trabajar por mis compañeras desde adentro. Quería ser un ejemplo de que, si yo pude salir adelante sola, ellas también podían hacerlo.
-¿Cómo fueron los inicios de Bella?
-Empecé a los 16, salí embarazada y dejé a mi hijo acá en Lima, con mi familia, que jamás me apoyó, me dio la espalda. Me fui a la selva y allí trabajé tres años, hasta que los cumpas (terroristas) empezaron a matar y a amenazar a prostitutas y proxenetas porque les disgustaba la gente que no estaba en la línea correcta. Un día un amigo viene y me dice: «Han botado a Colorina porque se han enterado de que ella se mete a los cuarteles», y yo tenía de clientes a capitanes y coroneles. Te estoy hablando desde el general Hermoza (Ríos), desde el «Vaticano» (el narcotraficante Demetrio Chávez Peñaherrera).
-¿Ellos han sido tus clientes?
-Sí. Me acuerdo mucho también del coronel Juan Valer. Todo un caballero. Él jamás cogió una mujer para él, pero sí nos llamaba para sus tropas.
-Tus compañeras siempre tienen vergüenza de mostrarse en público. ¿Cómo decides salir a la luz, no ocultar lo que eres?
-Nunca lo he ocultado. Si yo decidí mostrarme, luchar por mis compañeras, lanzarme al Congreso, fue porque me he alejado de mi familia. A mi hija la cría su padre y mi hijo tiene su vida hecha. Le he dejado una casa. Él no es quién para juzgarme; que piense que él no está pasando lo que yo pasé a su edad; yo tenía que trabajar para ganarme los frijoles, no dormir para hacer doble turno.
-¿Un congresista que te simpatice?
-No, ninguno. No me parece que alguno haya hecho algo por el país. Tampoco me atraen; a mí me atraen los hombres por el intelecto, a mí me convencen por el cerebro (risas).
-Como tu actual compañero…
-Sí, él es ingeniero mecánico, muy inteligente. Por él dejé el oficio hace diez años, durante cuatro años. Lo dejé por amor. Pero ahora como que nos llamamos a escondidas, estamos viendo qué sucede, sus hijas no me aceptan. Yo pienso que deberían dejarle vivir, que sea feliz durante sus últimos años.
-¡¿Pero cuántos años tiene este señor?!
-Tiene 60, pero yo lo quiero mucho.
-Finalmente, Bella, si entras o no al Congreso, ¿igual piensas seguir en política?
-Sí, ya me picó el bichito, lo siento en mis venas. Me han llamado de partidos grandes, pero no. Yo voy por Nuevo Callao.
-¿Partidos grandes? ¿El Apra? ¿El fujimorismo?
-No. ¡Ay (suspira), si yo te contara del Apra! (ríe).
-¡¿Qué pasó?! ¿Tuviste alguna experiencia con algún aprista prominente?
-Por los años 86, 87. Yo no digo nada, mejor que lo cuente el propio presidente (risas).
Por: Cynthia Campos. La República.