Desde febrero de 2007, está al frente de una de las mayores casas de migrantes de América Latina, con sede en la ciudad de Ixtepec

Alejandro Solalinde, el cura que despertó la conciencia de México

Ha denunciado públicamente los secuestros, asaltos y abuso sexual a los inmigrantes, procedentes sobre todo de Centroamérica

Alejandro Solalinde, el cura que despertó la conciencia de México
Alejandro Solalinde. EFE/Archivo

Sus denuncias sobre los secuestros, asaltos y abuso sexual a los inmigrantes, procedentes sobre todo de Centroamérica, lo han convertido en objetivo de las bandas que se lucran con el negocio de los clandestinos

Dice que está en lo más bajo de la jerarquía católica, que sólo es un misionero. Pero la tarea que se propone el sacerdote Alejandro Solalinde no es en absoluto sencilla: proteger a miles de migrantes que cada año se encuentran en México con la amenaza de las bandas criminales y la corrupción institucional en su camino hacia Estados Unidos.

Desde febrero de 2007, Solalinde está al frente de una de las mayores casas de migrantes de América Latina, con sede en la ciudad de Ixtepec, en el sureño estado de Oaxaca.

Sus denuncias sobre los secuestros, asaltos y abuso sexual a los inmigrantes, procedentes sobre todo de Centroamérica, lo han convertido en objetivo de las bandas que se lucran con el negocio de los clandestinos.

Hasta el punto de que solo hace unas semanas estaba convencido de que no llegaría vivo al 2011.

«Somos el blanco»

«Me quieren matar porque yo y otros defensores de México estamos estorbando a intereses muy fuertes», reconoce Solalinde en conversación con BBC Mundo.

«En el istmo (donde Solalinde tiene su albergue) pasan drogas y armas, hay trata de personas y de órganos, donde se secuestra y se extorsiona a las personas… y esos genera ganancias millonarias. Nosotros estamos en el blanco por oponernos a ello», cuenta.

Y es que este sacerdote, que ahora tiene que viajar acompañado por motivos de seguridad, se ha transformado también en el rostro del México que cada vez más pone su mirada en la frontera sur.

Esta semana salió de su albergue para viajar a la capital del país y gritar más alto cuál es la situación en los límites con Guatemala y en las distintas paradas del viaje hacia EE.UU..

En menos de 48 horas fue recibido en la casa del presidente de México, en el Ayuntamiento de la capital y en la Secretaría (ministerio) de Seguridad.

Esta gira de «alto nivel», impensable para él hace sólo unas semanas, tiene su origen en el cambio de actitud que percibe en la sociedad mexicana.

Y el motivo de esta nueva posición hay que buscarlo, dice, en un rancho.

Tamaulipas, la alarma

El pasado mes de agosto, 72 cadáveresfueron encontrados en un rancho cerca de San Fernando, Tamaulipas, en el noreste del país.

Fue una masacre sin precedentes que evidenció lo que muchos ya sospechaban: en México había un grupo especialmente vulnerable a la ambición del crimen organizado, al que apenas se le había prestado atención: «los invisibles», como los llama Solalinde.

«El evento de ‘San Fernando 72’ creó una sensibilidad muy especial, nacional e internacional. Despertó mucho la conciencia imaginarse que pudiera ocurrir de nuevo un caso como el de Tamaulipas», dice.

Además, el hallazgo de los migrantes muertos reveló al público mexicano que para ciertas bandas -especialmente las maras centroamericanas y el grupo mexicano de Los Zetas- los inmigrantes «no son personas, sino minas», en palabras del cura.

Gente de la que «quieren sacar provecho a como dé lugar. Vivos o muertos».

Meses después de la herida de Tamaulipas, a finales de diciembre, las denuncias que hicieron El Salvador, Honduras y Guatemala sobre secuestros masivos de sus ciudadanos en Oaxaca terminaron de poner la situación de los migrantes en la agenda mexicana.

«Países con dignidad»

El descubrimiento de los 72 cadáveres sacudió a México y el mundo. En un principio el gobierno mexicano negó tener pruebas de estos plagios. Pero el reclamo centroamericano creció, por primera vez al unísono, con voz enérgica y exigente, explica el cura.

«Los países de Centroamérica empezaron a preguntarle al gobierno mexicano qué es lo que pasaba, pero con un tono nuevo: el de alguien que no está sometido, que habla de igual a igual y con dignidad sobre el dolor de la pérdida de sus seres queridos».

Finalmente, México accedió a investigar los casos y las autoridades migratorias alcanzaron acuerdos con sus pares centroamericanas para fortalecer el intercambio de información y la atención a los viajeros irregulares en zonas de especial riesgo, sobre todo en Chiapas y Oaxaca.

Según el último informe sobre migrantes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, presentado en 2009, 10.000 fueron secuestrados sólo es los seis primeros meses de aquel año. Aunque estas cifras son desechadas por el ejecutivo mexicano, que cuestiona su metodología.

De hecho, el gobierno federal ha manifestado su intención de contar con un registro «confiable y verificable» del número de migrantes que pasan por México, declarándose comprometido con la protección de estos grupos, y reafirmando su esfuerzo por combatir a las bandas criminales que abusan de ellos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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