«En los palenques muy frecuentemente el ave muere, pero no es ese el objetivo de la lid»
La propuesta de prohibir espectáculos en los que mueren animales ha abierto un debate en Ecuador sobre las peleas de gallos, una tradición repudiada por algunos pero que hace vibrar a otros en los palenques cuando se escucha: «Silencio señores, que hay pelea».
La frase, que abre las peleas, no es indiferente para ningún gallero, y quedó inmortalizada en la obra «El gallo de oro» del escritor mexicano Juan Rulfo, llevada al cine por el director Roberto Gavaldón, con guión de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, y la soberbia actuación de Lucha Villa e Ignacio López Tarso.
«Ahhh, el gallito de oro», recuerda con emoción el filme Guillermo Lomas, criador de gallos, presidente de la Asociación de Galleros de la provincia de Pichincha y propietario del «Palenque Revuelos», en Calderón, población cercana a Quito. Como en la película, Lomas asegura que para un gallero, «el gallo es toda la vida» y el palenque el santuario donde se consagra la «devoción» por estas aves.
Esta tradición ha saltado a la actualidad en Ecuador después de que el presidente, Rafael Correa, planteara prohibir en una consulta popular los espectáculos «donde se mate a animales». Sin embargo, la Corte Constitucional modificó el texto y ahora la pregunta propone eliminar los espectáculos cuya «finalidad» sea matar un animal, lo que, según Correa, significa que se mantendrán las peleas de gallos, algo que ha enviado una ola de alivio a los aficionados de todo el país.
En los palenques muy frecuentemente el ave muere, pero no es ese el objetivo de la lid, aseguró a Efe Lomas, al señalar que se crían gallos de pelea «para que venzan» en la arena.
En cambio, Lorena Bellolio, quien coordina la coalición «Ecuador por la vida», que reúne a grupos ambientalistas, destacó que las peleas «son muchas veces a muerte y si no el gallo queda sumamente herido y eventualmente muere». Los animales tienen derechos «por lo menos a no ser maltratados», dijo a Efe Bellolio. Lomas recalca, por su parte, que los gallos de los palenques no pueden ser criados para que sirvan de alimento a los humanos, sino exclusivamente para pelear, porque «está en sus genes».
«Los gallos de pelea pertenecen a una especie única, tienen componentes genéticos» propios que los diferencia de otros de su mismo género, por eso «no se puede comparar a un pollo que es criado para engordar y un gallo fino que nace para pelear», dijo.
Detrás de su palenque, Lomas cría a casi un centenar de gallos de pelea y los distribuye en espacios según edades para evitar que se ataquen, aunque eso parece ser una misión imposible, pues este tipo de aves, casi desde que eclosionan los huevos, salen en busca de refriegas. Por eso no es raro que un polluelo amanezca con pequeños picotazos en su cresta, tras haber desafiado a otro de su mismo tamaño o incluso a otro algo mayor. Lomas sólo deja a sus aves, a las que cuidan todos los miembros de su familia, para dirigirse al palenque y organizar la jornada de peleas de gallos.
Decenas de galleros de muchos rincones del país y algunos del exterior, llegaron al «Palenque Revuelos» para enfrentar a sus aves en el Campeonato Nacional que se extiende durante el año en todo el país. Con más de 20 años, el «Palenque Revuelos» es un escenario con historia, afamado por las grandes peleas que ha visto en su ruedo y también porque fue uno de los que se puso en la primera fila de la defensa de esta actividad, cuando el Gobierno anunció su intención de convocar a la consulta popular.
«Esta es una tradición milenaria y no estaría bien que desaparezca, también porque son unos dos millones de personas los que se relacionan con las peleas de gallos», entre criadores, surtidores de servicios, aficionados y proveedores, sostuvo Lomas. Bellolio afirmó, por su parte, que «con el pretexto de la cultura y el respeto a las tradiciones se quieren mantener cosas que nunca han aportado nada bueno».
La defensora de los derechos de los animales dijo que las peleas de gallos son «un problema social, en cuanto al machismo que se fomenta y alimenta» en ellas, puesto que abundan el licor y las apuestas, en las que algunos hombres se juegan el salario de la familia, según ella. Para Paolo Ogaz, activista de la organización juvenil DiabloUma, la pregunta presentada a consulta ha tenido un efecto positivo al abrir un debate necesario en el país y hasta ahora inexistente sobre celebraciones polémicas.