El norteamericano Arthur Berkowitz es un pasajero que ya ha cogido varias veces el vuelo 901 de US Airways que conecta Anchorage, en Alaska, con Filadelfia. Se trata de unos de los vuelos nacionales más largos de EE.UU, pues tarda 7 horas en hacer el recorrido.
Las mismas 7 horas que se paso Arthur de pie en su último viaje porque, según afirma, un pasajero obeso mórbido sentado junto a él ocupaba sin poder evitarlo su espacio personal, por lo que era imposible sentarse en su asiento asignado y el vuelo estaba completamente lleno.
Cuenta República Insólita que el Sr. Berkowitz embarcó el 29 de julio pasado; y lo hizo prontito para que le asignaran un lugar en el centro con otro asiento vacío a su lado.
Pero lo que durante el trasiego de gente era todo gratitud y loas al cielo por poder estirar los codos, se convirtió en horror cuando la aerolínea envió al último pasajero del embarque, que pesaba más de 180 kg, al único asiento que quedaba libre, el que estaba a su lado.
«Su tamaño requirió que levantáramos los dos reposa-brazos y su cuerpo cubría la mitad de mi asiento».
Berkowitz inmediatamente se dirigió a los asistentes de vuelo para informar sobre su situación.
Aunque fueron simpáticos, le dijeron que no podían hacer nada. No había otros asientos en el avión y se limitaron a reconocer el error de su agente de la puerta, al permitir que al pasajero obeso no tuviera que comprar dos asientos.
Aunque las aerolíneas ya ofrecen el cinturón de seguridad ampliado a más pasajeros para cumplir con las normas de seguridad, un número cada vez mayor de ellas insisten en que los clientes obesos deben comprar un asiento adicional. No fue el caso.
Así que Arthur Berkowitz tuvo que hacer el despegue y el aterrizaje sin abrocharse el cinturón de seguridad, que reposaba bajo las posaderas de su compañero de butaca; y fue condenado a estar deambulando por el pasillo haciendo paradas en el descansillo de los servicios durante la mayoría de las siete horas de vuelo.
Después de llegar a su casa, Arthur escribió un breve correo electrónico, muy educado, a la aerolínea, para pedirle el reembolso del billete o un vale por el importe total.
Le han devuelto 200 $; él pago 800 $ por un infierno de viaje que recordará siempre.
Lo cuenta, Christopher Elliott, abogado especialista en defensa del consumidor, en su web.