En los últimos años, el precio de la propiedad se disparó en las mayores ciudades de Brasil, y aunque muchos brasileños logran comprar la casa de sus sueños, muchos otros no pueden permitírselo.
En la cima de una colina de la ciudad de Sao Paulo está Capadocia, uno de los nuevos vecindarios de la ciudad. Pero aquí no hay calles, tan sólo caminos de barro sin alumbrado urbano.
De hecho, ninguna de las casas, si pueden llamarse así ya que están hechas de lona, tiene electricidad.
Capadocia es una de las muchas «ocupaciones» de San Paulo, parcelas de tierra sin uso que fueron tomadas por movimientos en respuesta a la escasez crónica de viviendas decentes en grandes ciudades como San Paulo.
Trabajadores sin hogar
Capadocia está gestionada por el Movimiento de Trabajadores sin Hogar, y Rebeca de Jesús Alcántara es una de sus residentes.
Rebeca cuenta que su casa no tiene electricidad pero que aun así hay lista de espera para mudarse al barrio.
Tiene 35 años y es madre de dos niños, uno de los cuales es autista. Se separó recientemente y, al no poder permitirse pagar más el alquiler, se trasladó a esta «ciudad de carpas».
«Sólo tiene dos camas, la comparto con mi hijo pequeño», dice, «tampoco tiene baño».
A pesar de la precariedad del asentamiento hasta hace no mucho había una lista de espera para mudarse al vecindario.
La lista se cerró y mucha gente trata ahora de instalarse en una de las nuevas ciudades de carpas que proliferan desde la fundación de Capadocia.
Edificios
Estos movimientos no sólo toman colinas, también ocupan edificios abandonados en el centro de la ciudad.
Residentes adinerados los abandonaron para vivir en suburbios más boyantes, pero aun así las rentas exceden con creces el salario mínimo de unos US$300 al mes.
A medida que los precios aumentan los edificios vacíos se convierten cada vez más en objetivo de ocupantes irregulares.
Si caminas por la ciudad y miras hacia estos edificios, muchos tienen pintadas con grafiti en la fachada, con banderas colgando de las ventanas que identifican a que movimiento pertenecen.
La ocupación Marconi, cerca del teatro municipal de San Paulo, está en manos del Movimiento Casas para Todos. Un edificio comercial de 13 plantas en el corazón de la ciudad que es el hogar de 170 familias.
Dinero para el Mundial pero no para vivienda
Sólo la gente conocida por el movimiento puede acceder a estos asentamientos. Un hombre vigila el lugar, y levanta una barra de metal cuando considera que el visitante no supone una amenaza.
Una vez dentro, carteles repartidos por todo el edificio advierten a los residentes que al alcohol y las drogas no están tolerados en el lugar y que todos deben respetarse los unos a los otros.
Aquél que no se comporta es expulsado.
Todos los residentes tienen una función.
La mujer a cargo del edificio es Welita Alves Caetano, quien vive en el lugar con su compañero y sus dos hijas.
«El gobierno está invirtiendo billones en el Mundial de Fútbol», cuenta, «pero no tienen dinero para invertir en educación, en vivienda y salud».
«Cuando nos sentamos con ellos dicen que no tienen los fondos».
Más inversión y construcción
Las autoridades de San Paulo dicen que unas 230.000 familias en la ciudad están necesitadas de vivienda.
Sin embargo, según el instituto de investigación brasileño IPEA, hacen falta medio millón de viviendas en la ciudad, y dos veces esta cifra en todo el estado.
El gobierno está tratando de solucionar el problema, dice Jose Floriano de Azevedo Marques Neto, ministro de vivienda de San Paulo.
«Estamos duplicando la inversión y construcción de vivienda social», cuenta, comparando su administración con la anterior.
Su departamento pretende construir 55.000 viviendas en los próximos dos años.
También hay programas nacionales como el Minha Casa, Minha Vida (Mi casa, Mi vida), que arrancó en 2009 con la idea de construir un millón de viviendas para familias de escasos recursos y que ha sido extendido.
Pero Wilita dice que las promesas no son suficientes y es necesario tomar más medidas, y hasta que el gobierno la tome ellos seguirán luchando.
Sin esta lucha, dice, nunca lograrán el objetivo de conseguir una vivienda digna para todos.
Con un mercado de la vivienda con precios que no tienen pinta de bajar en un futuro próximo, la ocupación sigue siendo la única alternativa para muchas familias de Brasil.