Cuando los medios internacionales dicen que en Cuba un profesional puede ganar el equivalente a 20 dólares al mes, dicen la verdad. Pero es una verdad relativa. Está claro que es difícil arreglárselas con esa cantidad, casi en los límites de una vida en la pobreza extrema.
Cuba -y eso lo afirman instituciones internacionales para nada simpatizantes con el sistema imperante en la isla- es uno de los países en América Latina con menos incidencia de la extrema pobreza. De hecho, el índice de desarrollo humano es uno de los más altos de la región.
Pero el salario promedio es, a todas luces, uno de los más bajos del continente. Probablemente el más bajo.
¿Cómo explicar la aparente contradicción? Sencillamente: la mayoría de la población depende (o al menos se sirve) de los subsidios. Nadie ha afirmado (sería una tontería hacerlo) que es la situación ideal.
Pero lo cierto es que gracias a esas exenciones se han podido matizar los graves costes sociales de la crisis económica que ha sufrido el país.
Digan lo que digan los adversarios del sistema, en Cuba nadie se muere de hambre. Ni siquiera los que menos ganan. Otra cosa es que la gente satisfaga sus aspiraciones económicas, de bienestar. Pero ese es otro tema.
Las reglas del juego están claras: no se puede medir la capacidad adquisitiva del cubano que vive en Cuba con los medidores aplicables a otras realidades.
Vamos por pasos. Uno de las conquistas de la Revolución, uno de sus estandartes, es contar con sistemas de sanidad y educación absolutamente gratis.
Las cifras no mienten: las estadísticas en esos sectores ponen a Cuba en la cabeza de América Latina.
Afirmar que la educación y la salud en la isla viven sus mejores tiempos resultaría por lo menos inocente, o pura demagogia. Está claro que la crisis ha impactado a estos sectores.
Pero lo cierto es que en Cuba puede que sea difícil encontrar suplementos vitamínicos en una farmacia, puede que algunos hospitales estén sucios… pero si un paciente necesita un trasplante de corazón lo recibe sin tener que pagar un peso.
Igual, el nivel de los maestros no es el de hace 30 años… pero un joven se gradúa de la universidad (y con probadas suficiencias) sin tener que desembolsar grandes cantidades de dinero.
Mas contar con sistemas públicos de sanidad y educación, gratuitos y universales, obviamente no es solo privilegio de los cubanos.
Y la comida hay que pagarla. Y el transporte, la electricidad, el gas…
Todos esos sectores están en buena medida subsidiados por el estado, de manera que una parte de los precios es relativamente muy baja.
O sea, por la cartilla de racionamiento (libreta de abastecimiento) cada ciudadano recibe una determinada cantidad de mercancías por un precio casi simbólico. Esa cuota no resuelve el problema del mes, pero ayuda considerablemente.
El transporte público en las ciudades es muy barato: un pasaje en los ómnibus cuesta 40 centavos de CUP (peso cubano no convertible)… O sea, apenas dos centavos de dólar. Aunque el servicio, sobre todo en las horas de más tráfico, no es suficiente.
Muchos (los que pueden) prefieren tomar un auto de alquiler (taxis colectivos, llamado «almendrones») que cuestan entre 10 y 20 CUP (menos de un dólar).
Los precios de la electricidad y el gas son también módicos. Yo, por ejemplo, vivo en un apartamento con televisor, refrigerador, varios ventiladores, calentador de agua, olla arrocera, computadora, radio y otros artículos eléctricos… Nunca pago más de 12 pesos de electricidad al mes: medio dólar.
A eso se suma que la mayoría de los cubanos no tiene que pagar alquiler por su casa. (Ojo, no significa que la situación inmobiliaria sea buena. Varias generaciones de una familia tienen que vivir a veces en una casa pequeña. Y los alquileres suelen estar por encima de las entradas por un empleo estatal).
Un poco más difícil para los que deben subsistir con los salarios «oficiales» es adquirir ropa y calzado, sobre todo teniendo en cuenta los altos precios de la red de tiendas de recaudación de divisas.
Algunos aprovechan las esporádicas entregas de prendas en centros de trabajo (uniformes y calzado); otros acuden a tiendas de ropa reciclada.
Hay un sector de la población muy vulnerable: ancianos y discapacitados sin familia o recursos suficientes. Para ellos se han habilitado restaurantes de bajísimos precios y se supone que reciban atención social personalizada.
Lo cierto es que ellos han sido los más afectados por la crisis. En los últimos años, particularmente en las ciudades más grandes, es notable un fenómeno que hace 30 años era casi inconcebible: algunos ancianos piden limosna en las calles.
Otros han decidido probar suerte vendiendo golosinas: forman parte de la legión creciente de trabajadores por cuenta propia.
Vivir con 20 dólares al mes es posible en Cuba. Pero nadie ha dicho que sea fácil, o que sea una vida plena. Buena parte de los cubanos se las arreglan para incrementar sus ingresos (algunos de manera legal, otros bordeando el delito, no pocos delinquiendo).
Pero aumentar la capacidad adquisitiva, el nivel de vida, es una de las aspiraciones (y demandas) de una ciudadanía trabajadora, aunque no del todo motivada a trabajar.
Los próximos años deben ser cruciales. La gente necesita certezas.
Yuris Nórido es periodista de medios oficiales como el diario Trabajadores y el sitio digital CubaSí. Es miembro del Partido Comunista de Cuba (PCC), «porque confío en que puede ser motor de cambios necesarios para este país».