La prensa se hace eco de sus desprecios públicos hacia su anciano y enfermo marido

La cruel venganza conyugal de la cornuda Bernadette contra Jacques Chirac

«Ve a comprar un babero, porque me ensucia cuatro trajes a la semana»

La cruel venganza conyugal de la cornuda Bernadette contra Jacques Chirac
Jacques Chirac y su esposa PD

El tiempo no siempre es capaz de curarlo todo y la venganza acaba sirviéndose en el momento más inesperado, cuando uno apenas se puede defender.

Tras décadas transigiendo con los continuos desplantes y escarceos amorosos de su marido, la ex primera dama francesa Bernadette Chirac parece decidida a tomarse la justicia por su mano. Por fin se siente superior a un hombre anciano y enfermo al que no duda en despreciar públicamente una y otra vez.

Según la revista francesa «VSD», los amigos del expresidente Jacques Chirac, de 82 años, se sienten indignados por el trato de Bernadette, de 81, hacia su esposo, que padece una enfermedad neurodegenerativa similar al alzhéimer llamada anosognosia.

La fría crueldad de Bernadette se materializa en escenas cotidianas. El pasado 21 de junio, Chirac acude a un restaurante en el distrito 16 de París a almorzar.

«El expresidente entró arrastrando los pies, muy viejo», comenta un cliente a la publicación francesa. Le acompañan Bernadette y un desconocido. Los tres se sientan en una mesa y los guardaespaldas en otra.

Mientras que Chirac come con apetito y la mirada ausente, su esposa le espeta a uno de los responsables de seguridad. «Ve a comprar un babero, porque me ensucia cuatro trajes a la semana».

Los desaires hacia su marido no son aislados. Hace unos años, en un hotel de lujo marroquí, le gritó para que le oyeran él y los vecinos de mesa: «Elisabeth y Robert Badinter tienen cosas mejores que hacer esta noche que cenar con usted». «Usted no es más que el zumbido de las alas de un insecto», añadió la despiadada esposa, que nunca le tutea.

La «última reina de Francia», como apodó el filósofo católico Jean Guitton a Bernadette, recibió una educación estricta, muy católica, en el seno de una familia de la aristocracia. Quizá por ello nunca llegó a pedir un divorcio, a pesar de sufrir la humillación de compartir a su marido con otras mujeres.

Durante su paso por el Palacio del Elíseo. El que fuera presidente de la República Francesa entre 1995 y 2007 fue un mujeriego empedernido con especial predilección por periodistas y compañeras de partido, corrompidas por la erótica del poder.

La periodista del diario «Le Monde» Beatrice Gurrey, testigo del ocaso de la carrera de este bulldozer político, publicó hace unos meses un escabroso libro: «Les Chirac, les Secrets d’un clan». En él, inspecciona con todo lujo de detalle el romance que Chirac mantuvo con la periodista política del diario «Le Figaro» Jacqueline Chabridon o con la redactora de AFP Elisa Friederich. Pero quizá su romance más sonado fue con la actriz italiana Claudia Cardinale.

Infidelidades del Elíseo

Bernadette aguantó estoicamente las continuas infidelidades de su marido. «Pues claro que he sido celosa. Había motivos, oiga», dijo hace cuatro años en un libro-entrevista. «De todas maneras, yo le advertí varias veces: El día en que Napoleón abandonó a Josefina, perdió todo».

Las diferencias irreconciliables en el matrimonio tienen su reflejo también en la esfera política. En la contienda desatada entre los candidatos de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) de cara a las presidenciales del 2017, Chirac tomó partido por su eterno delfín, el ex primer ministro Alain Juppé, mientras Bernardette prometió fidelidad a Nicolas Sarkozy, enemigo acérrimo de su marido.

Cada uno concibe su matrimonio de una forma y a pesar de sus desencuentros, 59 años después de darse el «sí, quiero», continúan pasando la mayor parte del tiempo juntos. Estos días disfrutan de unos días de vacaciones en Agadir, al suroeste de Marruecos por expresa invitación del Rey Mohamed VI, quien les ha prestado una de sus lujosas residencias para que disfruten del sol y el mar.

La casa está rodeada por un exuberante jardín para proteger su intimidad y además se encuentra al lado de un hospital militar con avanzados equipos médicos, por si hubiera alguna emergencia, según el diario «Le Parisien». El matrimonio ha sido fotografiado en la terraza de un restaurante de marisco, disfrutando de algunos productos de la zona.

Infidelidades, traición política, desplantes… 59 años dan para mucho y nadie dijo que esto del amor fuese fácil.

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