No quedó otra salida. Las alarmas de incendios se dispararon en el Boeig 747, y los pilotos optaron por aterrizar de emergencia en Bali, Indonesia. ¿La culpa? 2.186 cabras que viajaban en la bodega del aparato, y que no paraban de tirarse pedos hasta hartarse.
El insólito suceso tuvo lugar durante un vuelo de Singapore Airlines, entre Australia y Malasia, y afortunadamente no hubo intoxicados a bordo.
Las flatulencias no fueron detectadas en un primer momento, y cundió la preocupación entre la tripulación al sospecharse que se había declarado un incendio a bordo.
Una vez en tierra se encontró a las culpables, que habían sido embarcadas en la localidad australiana de Adelaida.
Tres horas después del desagradable incidente, el avión pudo despegar sin que se registrase durante el vuelo ninguna otra incidencia, aunque los animales siguieron haciendo de las suyas.
El percance tuvo lugar el 26 de octubre de 2015, aunque se ha dado a conocer ahora.