Debieron darse cuenta al llegar al lugar del velatorio, y ver con sorpresa y pasmo que no había cadáver en el coche que conducían.
No se sabe cómo, pero el caso es que los dos torpes empleados de la funeraria, un hombre y una mujer, lo habían perdido por el camino, dejándolo tirado en mitad de la calle: en la céntrica esquina de 23 y G, en el Vedado de la Habana Vieja, y para más señas justo frente al restaurante ‘Castillo de Jagua’.
La insólita escena que nos llega de Cuba asombra a propios y extraños, y no es para menos.
Al final, tras dar con el cuerpo, ambos funcionarios tratan infructuosamente de auparlo a una camilla, tarea en la que fracasan estrepitosamente, hasta que un piadoso transeunte se presta a echarles una mano.
Ver para creer.