La estrategia de este acosador es evidente. Aparentemente concentrado en su móvil, la gorra calada hasta las orejas. Sentado en el metro junto a una joven se hace el distraído, mientras con la mano desocupada le manosea la pierna desnuda. La chica trata de alejarse de la mano, que aparentemente dejada al azar del movimiento del vagón, vuelve a buscar el contacto con su piel.
El acoso termina con la paciencia de la joven que a un cierto punto se levanta y le grita mientras le atiza, descubriéndolo al resto de los pasajeros que no se habían percatado del asunto. Solo el que graba, enfrente de la escena, es testigo de este abuso silencioso, que muchas veces ocurre a nuestro alrededor. Las víctimas siempre son las mismas, ellas. Enfrente, muchas veces, los demás que miramos sin ver.