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El anuncio del acuerdo alcanzado por el gobierno de Ecuador y el movimiento indígena ha generado impacto en la sociedad ecuatoriana tras doce días de enfrentamientos y revueltas.
El anuncio del acuerdo rompió el silencio del toque de queda que reinaba en las calles de Quito y sacó a miles de ecuatorianos a festejar, muchos de ellos con sus niños en pijama y sus bebés en brazos.
Fue tal el sociego tras el acuerdo que quienes horas antes se enfrentaban, pasaron a abrazarse con alegría y sentimiento.
Familias enteras tomaron las calles, mientras en el parque del Arbolito, epicentro de los disturbios en la capital, una multitud de manifestantes gritaban insistentemente: «¡Sí se puede, sí se puede!».
A la zona llegaban más y más personas conforme transcurrían los minutos, concentrándose en las zonas de mayor iluminación y en ocasiones tratando de esquivar algunos cohetes que explotaban a baja altura y se desviaban de su trayectoria.
Atrás quedaban doce días de batalla campal frente a las fuerzas de seguridad, con las que se batieron en esa misma zona entre las llamaradas de neumáticos ardiendo, barricadas y espesas cortinas de humo por el masivo uso de gas lacrimógeno que hicieron las fuerzas del orden.
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