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Sólo en los lugares menos populares del mundo podría Nicolás Maduro pasar desapercibido como uno de los dictadores más crueles de la historia de América Latina. Así lo demostró el líder chavista durante su presencia en Bakú, donde fue uno de los invitados de la infértil cumbre del Movimiento de países no alineados (Mnoal).
Junto a su esposa Cilia Flores, Maduro realizó un paseo nocturno por la capital lejos de los gritos de «asesino», «corrupto» y «dictador». No sólo porque es totalmente desconocido en la ciudad, sino también por el control ruso en una región, lo que pone en riesgo a quien pusiera en evidencia al títere de Cuba.
«Caminando un rato, ya de noche en Bakú», comentó Maduro en un video publicado en redes. «Salimos a caminar, Cilia y yo, por este parque, un rato, pensando… Estoy feliz porque Venezuela va avanzando en el campo de la diplomacia bolivariana de paz, con el apoyo del mundo, siempre», agregó el tirano latinoamericano.
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