Es un drama en toda regla, aunque ella no se arrepiente para nada de lo que ha hecho y recuerde con lágrimas en los ojos que se ha quedado ciega por voluntad propia.

De momento cuenta con el apoyo de su novio Shupin, también invidente -aunque de nacimiento- y, cómo no, con el de los médicos que tratan de ayudarla con el trastorno de identidad de la integridad corporal, BIID, que padece: un deseo irrefrenable de padecer algún tipo de discapacidad o de amputarse algún miembro.
Se llama Jewel Shupin, de 30 años, y desde que era niña soñaba con ello, por lo que en el año 2006 cogió un bote desatascador para tuberías, uno de cuyos ingredientes es la sosa caústica, y se roció los ojos.

Ella misma relata el porqué:
«Mi madre me encontraba caminando en los pasillos oscuros por la noche, cuando yo tenía tres o cuatro años. Ahora he conseguido ser ciega y no me arrepiento. Sueño con con ayudar a que otras personas ciegas vivan una vida independiente».
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