El dueño de la joyería ubicada en una calle de Andhra Pradesh, en India, se quiso marcar un detalle con el hambriento mono y salió trasquilado y aullando a lo Tarzán.
Tras darle un trozo de manzada, le abrió las puertas de su comercio y el simio se coló tan campante subiéndose al mostrador.

No se sabe cómo, si fue un acto reflejo o ya venía el animal maquinando la jugada, el caso es que de un cajón cogió un buen fajo de billetes y salió a la carrera.
De nada sirvió que el incauto de turno le persiguiera calle abajo hecho una fiera. Y hasta ahora. Ni rastro hasta el momento del audaz y desagradecido atracador.
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