14.000 personas acompañan en Quito a Miguel Bosé en un viaje de 30 años

14.000 personas acompañan en Quito a Miguel Bosé en un viaje de 30 años

Unas 14.000 personas acompañaron al cantante español Miguel Bosé en un viaje de recuerdos por sus treinta años de carrera musical, resumidos en su concierto «Papitour», que se convirtió anoche en un derroche de emotividad, sensualidad, provocación y nostalgia en la capital ecuatoriana.

(EFE).-Con lleno hasta la bandera, Bosé deleitó a sus fans con 25 canciones en un concierto de dos horas de duración en un escenario sobrio, al que tuvo que volver en cuatro ocasiones ante la negativa del público a que terminara el espectáculo.

Tres músicos en las guitarras, uno en la batería, otro en el teclado y dos coristas compartieron con Bosé el escenario desde el que el cantante se convirtió, varias veces, en director de un coro de unas 14.000 voces, la mayoría femeninas.

«Duende» y «Nena» fueron las primeras canciones que interpretó un Bosé vestido completamente de negro, elegante, teatral y ágil pese a los kilos de más que algunos fans le criticaban -pero perdonaban- desde sus butacas.

Un destape de emociones, de recuerdos, de encuentros y desencuentros del pasado se dieron en el «viaje» al que Bosé invitó a sus seguidores, que corearon de pie casi todas sus canciones, en un concierto en el que el cantante y sus coristas, las luces y el sonidos parecían sincronizados.

Bosé se paseó por el escenario, interactuó con sus músicos, bailó y deleitó con sus movimientos, algunos de ellos teatrales o cinematográficos que evocaron en algunos su actuación en la película «Tacones Lejanos».

Un telón de luces a manera de cortina en la parte trasera del escenario dejó en la retina de los fans, banderas, estrellas, vitrales de iglesias, cruces, formas geométricas y, como no, la imagen de un Bosé de antaño que recordó a muchos a aquel implacable que a unos ayuda y que de otros se venga: el tiempo.

La estudiada coreografía y el dinámico y preciso juego de luces dejó en más de una ocasión postales escénicas con un Bosé iluminado por una solitaria luz blanca o muy cerca de sus compañeros en duetos que arrancaban gritos de entusiasmo de los asistentes.

La nostalgia llegó con temas como «Amiga», «Señora», «Creo en ti», «Morir de amor», «Linda» y «Te amaré», que compartía con el público, unidos todos en un multitudinario coro de jóvenes voces entusiastas y de no tan jóvenes voces melancólicas.

Con «Los chicos no lloran», Bosé supo sacudir la nostalgia con la que «Te amaré» se había apoderado del ambiente y luego bromeó con el público al pedir aplausos para cada integrante de su equipo, para el experto en luces, en sonido, en peinado, en pintar uñas… y «para la madre que los parió a todos».

Si ya fue provocador en otras canciones, su ir y venir por el escenario con «Morena mía» arrancó suspiros de unas y otros, para luego, con «Como un lobo» y «Si tú no vuelves», volver a dejar a sus fans con el corazón encogido.

Bosé parecía dibujar sus palabras con las manos, con sus movimientos aparentaba abrazar el aire y acariciar la libertad poco antes de dejar el escenario para cambiar su camisa negra por una blanca, mientras al ritmo de «olé, olé, olé, Boseeé», el público le recordaba que esperaba volverlo a ver en las tablas.

Y salió, pero no solo, trajo a su compatriota Luis Eduardo Aute en una canción: «La belleza», interpretada desde la plataforma más alta del escenario, iluminado con una luz blanca, mientras sus compañeros, de espaldas al público, lo miraban desde abajo.

La canción, que terminó en una especie de coro de iglesia y que cerró con una gigantesca cruz dibujada con luces tras el escenario, abrió el camino a «Olvídame tú» que volvió a emocionar a los asistentes, aunque por poco tiempo, pues «Amante bandido» los sacó de la añoranza.

En una nueva versión de «Nena», esta vez más movida, un provocativo Bosé tomó una de las rosas lanzadas al escenario, se la puso en la boca y se la tiró a su batería.

Con ademán torero: mano levantada y cuerpo erguido girando sobre su terreno trató de irse del escenario. Miles de voces se lo impidieron. Respondió con «Sol forastero» y se despidió con «Don diablo» para quedarse en un rincón del corazón de sus admiradores, de esos fieles de tres décadas… las primeras, dijeron unos.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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