¿Le queda alguna chance a Hillary Clinton?

¿Le queda alguna chance a Hillary Clinton?

(David Broder).-El día de la semana pasada en que Hillary Clinton sufría la primera de las dos caras deserciones de súper delegados de Indiana, yo fui a ver a un viejo amigo que trabaja en la campaña nacional de ella. Sabía que le era leal, pero también calculé que si le garantizaba el anonimato, él me daría una respuesta honesta a la desagradable pregunta: ¿aún ve la campaña Clinton alguna manera realista de poder negar la candidatura Demócrata a Barack Obama sin destruir las posibilidades del partido?

La pregunta no es nueva, pero ha cobrado fuerza semana tras semana, conforme las filas de delegados sin comprometer se reducen y la cifra restante de primarias y caucus se encoge. Cuando el Representante Baron Hill, un novato que ocupa un codiciado escaño en el sur de Indiana, ponía fin a meses de neutralidad y apoyaba a Obama, sin esperar hasta el martes para dejar votar a sus electores, ello vaticinaba malas noticias para Clinton, no solamente en las primarias sino en la competición general.

Las cosas empeoraron para ella al día siguiente cuando Joe Andrew, antiguo político de Indiana y presidente Demócrata nacional bajo Bill Clinton, anunciaba que se pasaba a Obama, en parte a causa del prolongado enfrentamiento tan divisivo para el partido.

¿Cómo entonces espera ganar Clinton? Su destino descansa por entero en el último de los súper delegados sin comprometer, los alrededor de 75 miembros del Congreso y los 150 dirigentes del partido que no han escogido bando.

Todos ellos han sido cortejados intensamente tanto por Clinton como por Obama. Si la carrera se prolonga otra semana, informaré más sobre la defensa que los partidarios de Obama están haciendo ante los súper delegados. Pero por ahora, déjeme describir el rumbo imaginado a la candidatura de Clinton.

Para tener posibilidades, se figuran los partidarios de Clinton, ella tiene que ganar Indiana el martes y hacerlo con la suficiente diferencia para mantener la ventaja de Obama hacia finales de las primarias más cerca de 100 que de 200. También tiene que encontrar la manera de obtener parte de los votos contabilizados de Michigan y Florida, cuyas delegaciones tienen prohibido participar en la convención por violar el calendario de primarias del partido.

Los súper delegados tendrían entonces su momento de gloria. Lo primero que mi amigo de Clinton observaba acerca de ellos es que, a lo largo de los dos últimos meses, sus conversaciones han pasado de la fascinación con el entusiasmo de los jóvenes precipitándose a las urnas, beneficiando a Obama, a la atención en los votantes mayores y los católicos, que han roto la tendencia en favor de Clinton en Pennsylvania, Ohio y otros estados vitales para las posibilidades Demócratas de reunir una mayoría en el mecanismo de elección indirecta de funcionarios públicos.

En segundo lugar, decía él, el caso Jeremiah Wright y otros incidentes recientes han recordado a los indecisos lo poco que saben en realidad de Obama — incluyendo su capacidad para enfrentarse a las crisis políticas, reales o prefabricadas. Clinton tiene montones de cicatrices de batallas pasadas que la debilitan en comparación con Obama, pero el indeciso la ha visto manifestar repetidamente que tiene la voluntad para sobrevivir y defenderse.

Esos dos factores han empezado a cambiar algunas mentalidades de los súper delegados a propósito del candidato que quieren ver nominado. Pero, como reconocía mi amigo, no han superado aún la profunda incomodidad que sienten muchos de ellos, mientras contemplan alejarse la candidatura de Obama. Saben que ello partiría el corazón a sus partidarios afroamericanos, que han sido el más leal de los electorados Demócratas.

Hablando desde la experiencia de una vida, mi amigo decía que bajo otras circunstancias, los afroamericanos mostrarían su aprecio a Hillary Clinton (si bien no tanto ahora por su marido). Pero por el momento, ellos la ven solamente como una amenaza que se dispone a eliminar a su favorito.

Si los súper delegados decidieran correr el riesgo y echar su suerte con Clinton, ¿cómo sería capaz ella de curar las heridas de una lucha hasta el final con Obama?

La respuesta de la campaña de Clinton viene en dos partes. Primera, dicen que el partido institucional — los sindicatos, los grupos ecologistas, los colectivos abortistas, y otros desesperados por la victoria tras perder en dos ocasiones frente a George Bush y que reconocen el atractivo potencial de John McCain – ejercería gran presión sobre la parte perdedora para que no se enfurruñase o estallase.

Y segunda, la campaña Clinton espera que, si él queda excluido, Obama, de solamente 46 años, piense en su futuro a largo plazo y consolide su propia posición como heredero natural reconciliando a sus seguidores con una derrota amarga pero temporal y utilizando su influencia a beneficio de Clinton.

En la práctica, mi amigo estaba diciendo que ganar la candidatura sin perjudicar seriamente al partido podría quedar bastante más allá del poder de Clinton. Solamente Obama puede hacer que la victoria de ella parezca legítima.

© 2008, The Washington Post Writers Group

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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