McCain tendrá que definir el «McCainismo» si quiere vencer a Obama

McCain tendrá que definir el "McCainismo" si quiere vencer a Obama

(Michael Gerson).-En el milagro histórico genuino de Barack Obama – era apenas 43 años atrás, un rápido abrir y cerrar de ojos histórico, que el derecho de sufragio de los afroamericanos no estaba amparado por la Constitución – el milagro político y personal de John McCain ha quedado en gran medida eclipsado.

Hará un año este verano de que la campaña McCain fuera una broma política en quiebra; la clase política solamente la mencionada para especular cuándo sería clementemente finiquitada.

Lo que siguió fue uno de los retornos más improbables de la historia política norteamericana. Las estrellas electorales se alinearon en una conjunción poderosa e imprevista. El incremento en Irak funcionó, el asunto de la inmigración se desvaneció, el movimiento conservador no cerró filas en torno a un único contrincante. McCain ganó abandonando su temprana y pretenciosa estructura de campaña y poniendo el acento en su enorme personalidad propia.

El estilo y el enfoque de las campañas electorales generales están con frecuencia condicionados por el método de victoria en las primarias. El equipo Obama finaliza la campaña como una división del ejército curtida por el combate – organizada, implacable y con habilidades en la recaudación de fondos, registrando a los votantes y haciendo que acudan a las urnas. Los miembros del equipo McCain se sienten más como supervivientes de una experiencia próxima a la muerte – convencidos de que las virtudes de su candidato y las bendiciones de los dioses políticos importan más que el dinero, los archivos de datos telefónicos y las visitas puerta a puerta de la política tradicional.

Esto preocupa a algunos estrategas Republicanos. Uno me describía recientemente la campaña McCain como el equivalente político de una película de Mickey Rooney y Judy Garland: Cualquier mañana unos cuantos tipos se reúnen y dicen, “¡montemos un espectáculo!” Las organizaciones, el poder de convocatoria de coaliciones y los esfuerzos de movilización de votos de la campaña estatal de McCain son débiles o inexistentes. Pero los empleados de la campaña McCain están convencidos de que ganarán – si es que ganan – de una forma diferente a las metódicas campañas Bush de 2000 y 2004. McCain entusiasmará o no entusiasmará – y los esfuerzos tradicionales por impulsar los resultados, según esta opinión, no es probable que supongan diferencia. Teniendo en cuenta su trayectoria, la campaña McCain está comprensiblemente orgullosa de su estilo de campaña insurgente de recursos mínimos y basado en la intuición. Pero eventualmente podría ser útil tener una organización de campaña seria en, digamos, Colorado.

El milagro personal de la candidatura presidencial de McCain es aún más extraordinario. Es obvio – y con frecuencia pasado por alto – que el viaje desde la celda de 4 por 6 pies del Viet Cong hasta el Despacho Oval de 36 por 29 pies no tendría precedentes. Sería como si George Washington fuera capturado por los británicos, que le partieran las piernas en una celda de tortura; o como si Ulysses Grant fuera casi matado de hambre en Andersonville Prison; o como si Dwight Eisenhower hubiera sido interrogado y apaleado por la Gestapo en un Stalag alemán. Cada uno de los tres, imagino, habría sido lo bastante honorable, desafiante y arrogante como para sobrevivir. Pero McCain lo ha llevado a la práctica.

Al contrario que algunas historias de guerra, la experiencia de McCain se vuelve más impactantemente sorprendente al examinarse de cerca. El valor físico y la dureza mental pueden no ser requisitos para la presidencia, pero como poco son igual de relevantes que el ejercicio en la Legislatura de Illinois. Y la elección de McCain como presidente sería, a su manera, histórica – honrando por fin y por completo las lecciones de heroísmo que salieron de la experiencia más problemática de América, Vietnam.

Todas estas experiencias, políticas y personales, han dado lugar a un candidato único – un hombre conducido más por el instinto del honor que por ideología, predispuesto a creer en sus propias virtudes e igualmente predispuesto a confundir la oposición con el deshonor. En el peor de los casos, este enfoque ha alienado a muchos de sus colegas del Senado y presuntamente conducido a McCain al borde de abandonar el Partido Republicano en 2001, más por orgullo herido que por principios. En el mejor, este enfoque aparenta ser un conservadurismo populista de mentalidad reformista, encaminado a romper con los intereses egoístas consolidados que amenazan el bien público – desde su campaña contra las tabacaleras hasta su enfado con los salarios corporativos exagerados, pasando por su disgusto con las asignaciones económicas del Congreso y el gasto de contenido político sin ningún fin, y su apoyo a crecientes estándares de eficiencia en el consumo de combustibles y un sistema de intercambio de emisiones para limitar las emisiones de carbono.

Bill Galston, de la Brookings Institution, llama a la agenda política de McCain «un promiscuo atajo de ideas interesantes que no van a coincidir en una administración» – un juicio que comparten algunos Republicanos. Hasta este punto de la campaña, la acusación no ha supuesto un gran problema – en este entorno, un Republicano fiable y mecánico del tipo Romney no se acercaría ni de lejos en las encuestas a Obama.

Pero la campaña de McCain conducida mediante personalidad y fortuna en las primarias está llegando a sus límites naturales. Eventualmente una campaña presidencial necesita una organización nacional. Y eventualmente McCain tendrá que definir el McCainismo.

© 2008, The Washington Post Writers Group

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Autor

Luis Balcarce

De 2007 a 2021 fue Jefe de Redacción de Periodista Digital, uno de los diez digitales más leídos de España.

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