¿Quién limpia las ventanas de Nueva York?

(PD/BBC Mundo).- Los temidos remolinos de viento amenazan a diario la vida de Héctor Hidalgo, argentino de 62 años y ciudadano americano, que mantiene el equilibrio sobre el andamio de los vientos desde hace cuatro décadas.

Su relato se asemeja al de tantos otros inmigrantes latinos que dejan atrás sus orígenes y su pasado en busca de un futuro mejor.

Su rostro deja ver sin embargo los trazos de quien opta por el camino arriesgado, quizá más rápido, hacia el llamado «sueño americano». Rasgos de coraje y temple.

Contra vientos

Cada día, cual buen pescador frente a las mareas y el oleaje, Héctor desafía en armonía a las corrientes de la isla de Manhattan a cientos de metros de altura.

Mantenerse a flote sobre el andamio cada día le hace sonreír con satisfacción y rememorar vívidamente cada batalla como si fuera ayer.

«Un día en Madison Avenue con la 53 estaba trabajando en un building (edificio), sobre un andamio que como ve no puede asegurarse contra el edificio, queda suelto. Entonces nos agarró en una esquina un fuerte viento».

Héctor vio alejarse el edificio durante segundos que se hicieron eternos. Entre tanto, el andamio tornaba sobre sí mismo, descontrolado.

«Me vi muy mal. Había que tratar de darse la vuelta, agarrarse al andamio y rogarle a Dios nada más que el viento bajara o que tan sólo fuera una ráfaga».

Pendiendo de un hilo

Percances como el de Madison Avenue le han recordado de forma continua lo que se juega a diario. Pero no está sólo.

«En los andamios trabajamos en pareja y uno tiene que estar pendiente de su compañero», dijo Hidalgo.

«La relación hay que formarla porque estamos más tiempo con el compañero que en casa. Se desarrolla una clase de amistad, como de hermanos porque su vida depende del compañero», agregó.

El compañero y el cinturón de cuero reforzado son los seguros de vida del lava rascacielos.

Los hermanos Moreno, de origen ecuatoriano, trabajaban juntos sobre el andamio hasta que en diciembre del año pasado les sobrevino un trágico accidente.

Ambos cayeron del piso 47 de un edificio. Edgar murió y Alcides sobrevivió milagrosamente aunque ha tardado meses en recuperarse.

Ninguno de los dos portaba el arnés de sujeción.

Pese a los riesgos, lo único que puede parar a los héroes del cristal enjabonado son las inclemencias del tiempo, especialmente los días lluviosos, que posponen el brillo de las vidrieras de la urbe hasta que la tormenta escampe.

El invierno tampoco perdona.

Abrir las ventanas bloqueadas por el hielo del nonagésimo piso de una mole de hierro y acero se convierte en una pequeña hazaña.

Salario

«Diariamente uno expone su vida, pero es un riesgo que hay que tomar si uno busca un mejor futuro y un mejor salario», insiste Héctor.

El sindicato Local 32BJ, al que pertenece, cuenta tan sólo con 600 miembros de los aproximadamente 1.500 limpiadores de ventanas de la ciudad de Nueva York.

La legislación es una de las más estrictas del país y el sindicato forma a sus asociados durante 18 meses con una remuneración anual de aprendiz de alrededor de 30.000 dólares.

Más adelante -con la experiencia- el salario puede alcanzar los 70.000 dólares, ingresos por encima de la media de los diplomados universitarios estadounidenses.

Parece claro que si Héctor se la juega cada día «no es por una ventana limpia, sino por lo que representa el dinero y lo que uno puede adquirir con él. Y porque el dinero dicen que no hace la felicidad pero sí le da un adelanto».

Es a nivel nacional donde el 95% de los trabajadores carece del aval y de la protección de un sindicato, según estimaciones de Local 32BJ.

La remuneración también dista mucho de lo que promueven este tipo de agrupaciones, con un promedio de apenas 7 dólares a la hora; e incluso hay quien ofrece pagar a la pieza, 3 dólares por ventana limpiada.

Un dinero rápido que se presta al empleo de jornaleros sin los papeles en regla.

Seguridad

Las condiciones de trabajo han ido mejorando progresivamente, pero Andrew Horton, coordinador del programa de seguridad laboral en la limpieza de cristales del sindicato Local 32BJ, no se cansa de repetir que lo más importante es:

«Uno: La inspección del material. Dos: La inspección del material. Tres: la inspección del material. Sin esto y sin una formación adecuada los accidentes simplemente suceden».

Oscar Paredes, director de la asociación El Proyecto De Los Trabajadores Latino-Americanos que organiza a sectores de bajos ingresos y jornaleros afirma que muchos inmigrantes indocumentados, ante la imperiosa necesidad de trabajar, se ven obligados a aceptar condiciones de trabajo que no reúnen los estándares mínimos de seguridad.

«En su mayoría los contratistas no cumplen con las regulaciones, con la ley», dice Paredes.

«Ponen a los trabajadores en condiciones de peligro al hacerles subir a andamios que no están totalmente protegidos».

Aún trabajando con todas las precauciones y la experiencia de más de 40 años, el riesgo siempre está ahí y Héctor se ha planteado más de una vez hasta cuándo seguir exponiéndose.

La respuesta suele encontrarla rápido.

«¿Qué es lo que estoy haciendo? ¿Vale esto mi vida? Y a continuación pensé en cosas más positivas. Me dije muchas veces: ‘¿Dónde voy a ganar lo que estoy ganando aquí?'»

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