Los cuatro huevos del príncipe Carlos

Los cuatro huevos del príncipe Carlos

Las costumbres culinarias en casa de los Windsor se las traen. A la hora del té nunca faltan los sandwiches de pepino, pero siempre con las puntas redondeadas porque sino hay mal fario.

Un periodista alemán, Alexander von Schönburg, casado con una princesa alemana vinculada directamente con la familia real británica, Irina von Hessen, se ha convertido en especialista de casas reales europeas y sus libros son auténticos bestsellers.

También escribe en diversos medios y en uno de sus artículos publicados por Bild, describe las costumbres culinarias de Isabel II, el príncipe Carlos y otros miembros de los royals.

En el hipotético caso de que le inviten alguna vez a Buckingham Palace o a algunos de los castillos de la reina Isabel y el príncipe Felipe de Edimburgo, es seguro que no le pondrán ninguna comida que contenga ajo, curry o cilantro. Tampoco comerá espaguetis porque la reina teme mancharse con su salsa, ni frutos del bosque, por aquello de que sus semillas se meten entre los dientes.

Tampoco le servirán champán, una bebida que Isabel II aborrece aunque en los banquetes oficiales no tenga más remedio que levantar la copa y mojar al menos los labios a la hora de brindar. Sí hay, sin embargo, costumbre de tomar un aperitivo antes de cenar, generalmente ginebra con martini. Esa ginebra que tanto le gustaba a la Queen Mum.

A las cinco de la tarde se paraliza todo para tomar el té, que siempre viene acompañado de sandwiches de pepino. Pero ojo, el propio príncipe Carlos aclaró que nunca serán triangulares o cuadrados. No deben de tener punta porque eso significaría, según una vieja superstición, de que alguien quiere echar a la reina -o al rey- del trono.

Por lo demás, Isabel II no es nada tiquismiquis con la comida y si en un viaje oficial toca comer ragú de carne de rata, la come e incluco sonrie proclamando que está delicioso.

Su hijo mayor ya es harina de otro costal. El príncipe Carlos viaja siempre que puede con sus frutas, verduras, aves y demás manjares de producción propia. Hasta tal punto que si visita a su madre en el castillo de Balmoral, en vez de comer lo que producen los agricultores de la zona, manda un camión con sus productos de bioagricultura de su granja de Highgrove.

Pero Carlos de Inglaterra tiene además una manía muy curiosa. Cada mañana desayuna zumo de naranja recién exprimido, algo de fruta pelada, un muesli con leche de su propia vaquería y tostadas integrales con ocho clases diferentes de miel. Pero hay algo más.

Ante su plato y taza se colocan todos los días cuatro huevos cocidos durante cuatro minutos y medio a seis minutos. Comienza descabezando el primero. Si está demasiado blando, pasa al siguiente, y así hasta encontrar el que esté a su gusto. Naturalmente, los huevos provienen de «gallinas felices» que picotean libremente por su granja.

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