Por cada española muerta a manos de su pareja, seis inmigrantes son asesinadas por las suyas

(PD).- Las mujeres que pertenecen al colectivo inmigrante tienen un riesgo sustancialmente superior al de las españoles de sufrir una agresión por parte de sus parejas.

La intención del estudio, como bien remarcó el Justicia de Aragón, solo pretende resaltar una realidad de tipo sociológico, en la que el análisis pormenorizado de los casos que integran el trabajo ha demostrado que, verdaderamente, existen «datos diferenciados» relevantes en lo que a la violencia de género se refiere en este colectivo.

Entre otros datos que aporta el estudio, destaca el hecho de que, por cada mujer española muerta, son seis las extranjeras que han fallecido asesinadas a manos de sus parejas. De hecho, el periodo de tiempo en el que un agresor pasa de ser un maltratador a convertirse en un homicida se sitúa entre los ocho y los doce años en el caso foráneo.

Para los inmigrantes, las cifras se reducen drásticamente a solo tres años. Tampoco es fácil dilucidar los motivos por los que estas agresiones se producen en porcentajes mucho mayores entre extranjeros, aunque sí que se han podido determinar algunos elementos diferenciadores: en primer lugar, el colectivo inmigrante está sometido a un proceso de adaptación a la nueva sociedad de la que forma parte recientemente, lo que puede llevar a «situaciones de estrés» que se ven agravadas por el consumo de alcohol.

De hecho, y según Juan Antonio Cobo, la bebida está presente en un 99% de las situaciones de violencia. La inestabilidad emocional y las diferencias culturales y de nacionalidad de las parejas, en muchos casos recién formadas, son otros dos elementos diferenciadores.

Un ejemplo claro de cómo se produce un maltrato lo dio el propio Cobo, al presentar como modelo hipotético a una pareja de inmigrantes en la que es el hombre quien tiene estudios y, a priori, mayores posibilidades de encontrar trabajo en el nuevo país al que se ha trasladado con su familia. Sin embargo, es la esposa, con estudios menores, la que se convierte en el soporte económico de la familia.

Esto, según el médico forense, puede llevar primero a la frustración de un hombre que debe adaptarse «al salto generacional» que ha permitido el desarrollo del movimiento femenino y, posteriormente, a «descargar» la rabia contra su mujer, a la que comienza a acusar de todos sus problemas.

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