(PD).- La polémica se desató la semana pasada, cuando el Ayuntamiento de la ciudad mexicana de Guanajuato anunció la aprobación de un bando municipal que prohibía los besos en las calles, con penas de hasta 36 días de prisión y 1.500 pesos (107 dólares) de multa para quien desobedeciera la norma.
La indignación recorrió Guanajuato y la lluvia de críticas por el carácter moralista de la normativa, que se extendió por todo México, obligó dos días después al alcalde, Eduardo Romero Hicks, a realizar una aclaración: lo que se sancionaba no eran los besos sino los tocamientos sexuales en plazas públicas, porque hay diferencias entre un beso y «un agarrón de olimpiada», en que las parejas «empiezan a desabrocharse la ropa», y eso lo presencian niños y ancianos.
Para demostrar que todo había sido una confusión, Romero instó a una integrante de la corporación municipal a que besara a su esposo frente a la prensa, lo que fue recibido con mofa por algunos presentes, que gritaban: «¡Que los multe, que los multe!».
A pesar de la aclaración del alcalde, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), la polémica siguió ardiendo en todo el país, hasta el punto de que los miembros del Ayuntamiento decidieron reunirse este lunes en sesión extraordinaria para revocar el bando, moción que fue aprobada por unanimidad.
Acto seguido llegó lo más curioso de la historia: aprovechando el interés mediático despertado por el escándalo, el alcalde ha lanzado una campaña publicitaria titulada Guanajuato, capital del beso, para atraer a los turistas.
«Estamos invitando a la sociedad civil organizada para que nos apoye a hacer esta gran promoción del quehacer de Guanajuato, para ahora decir que en Guanajuato no están prohibidos los besos», explicó Romero en una rueda de prensa convocada precisamente en el Callejón del Beso, un estrecho pasadizo famoso por una antigua leyenda que pronostica siete años de felicidad para quien se bese en ese lugar.