(PD).- «Le rociamos con gasolina sólo para divertinos. Queríamos saber cuánto duraba y nos daba igual si era negro o rumano». Esta ha sido la declaración de uno de los 3 jóvenes que este fin de semana golpearon y quemaron a un inmigrante indio en la estación de trenes de la localidad de Nettuno, próxima a Roma.
Tras una noche de juerga y alcohol, los cinco chicos decidieron, según han declarado a la Policía, «probar algo nuevo».
Y decidieron «por diversión» y sin planearlo quemar a un joven de 35 años, que ahora se encuentra en estado muy grave en el hospital San Eugenio de Roma, donde intenta recuperarse de las heridas provocadas por una agresión.
Según las primeras investigaciones, los agresores introdujeron una botella con líquido inflamable en la estación de Nettuno, donde dormía el inmigrante, al que despertaron con golpes y después rociaron para prenderle fuego.
Un caso que recuerda al de Barcelona, en el que tres jóvenes quemaron hasta la muerte a una indigente que dormía en un cajero.
La misma conmoción que en el caso de Barcelona se ha producido en Italia, aunque en esta ocasión el matiz racista hace temer lo peor. Todo apunta a que la agresión se debe a un acto de índole racista, condenado de antemano por algunos políticos italianos, aunque la Policía no descarta otras posibilidades.
Sea como fuere, el presidente del Senado, Renato Schifani, se apresuró a condenar la agresión poco después de conocerse la noticia y exhortó a la sociedad italiana a «aislar, condenar y reprimir» episodios como estos.
«El gravísimo episodio racista sucedido en Nettuno es un acto incivil, que arroja una grave sombra sobre los principios de tolerancia y hospitalidad de nuestro país», dijo Schifani.
Por su parte, el líder del opositor Partido Democrático (PD), Walter Veltroni, afirmó que lo sucedido en Nettuno es fruto de «predicaciones xenófobas«, de un clima de odio y miedo creado en el país por algunos sectores de la política.
Los hechos de este domingo llegan después de que el pasado viernes Italia se sorprendiera ante la reacción del subdirector de la oficina de inmigración de la comisaria de Civitavecchia, también en el Lacio, Paolo Morra, quien disparó de muerte a un inmigrante senegalés vecino suyo con el que había mantenido alguna disputa.